sábado, 26 de agosto de 2017

CRÍTICA | VERÓNICA, de Paco Plaza


Expediente Vallecas
VERÓNICA
España, 2017. Dirección: Paco Plaza Guión: Paco Plaza y Fernando Navarro Fotografía: Pablo Rosso Música: Chucky Namanera Reparto: Sandra Escacena, Bruna González, Claudia Placer, Iván Chavero, Ana Torrent, Consuelo Trujillo, Sonia Almarcha, Maru Valdivielso, Leticia Dolera, Ángela Fabián, Carla Campra, Samuel Romero Género: Terror. Drama Duración: 105 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 25/08/2017
¿De qué va?: Inspirada en un caso real sucedido el año 1991 en el madrileño barrio de Vallecas, cuenta la historia de Verónica, una adolescente de quince años que cuida de sus tres hermanos pequeños mientras su madre trabaja en un bar. Tras una sesión de güija, la joven es asediada por unos entes sobrenaturales, hasta el punto de trastocar su estabilidad mental y la de toda su familia.



Es digno de estudio el uso que nuestros cineastas hacen de la iconografía de la España de hace unas décadas. Como si la clave del futuro, en términos sociales y cinematográficos, estuviera en el pasado. Verónica nos sitúa a inicios de los 90 en un edificio periférico, la misma mole en forma de colmena que habitaba el matrimonio de Abracadabra. La madre de la protagonista trabaja en un bar, escenario que De la Iglesia ha utilizado recientemente para desatar todo tipo de horrores y que el Arévalo de Tarde de la ira convertía en el espacio donde se culminaba una venganza cocinada a fuego lento. El policía que atiende el caso al inicio del film podría ser, salvando las anacronías, el inspector Alfaro de Que dios nos perdone. De contar con un portero, en nuestra imaginación el bloque quedaría a expensas del perturbado de Mientras duermes. Y nada más entrar en la casa donde supuestamente se ha manifestado el mismísimo diablo, es imposible no evocar la claustrofobia de [REC], hasta ahora el gran logro, por no decir el único, del director valenciano Paco Plaza. Así, conectando aquello que no sucedió con lo que pudo acontecer, el espectador atento se entretiene y estremece dándose cuenta que el terror, lejos de habitar escenarios "peliculeros" (ahí está la estilización forzada de El guardián invisible o Inside, entre otros ejemplos), se encuentra aquí mismo, en pasillos largos, patios interiores, teles de cubo, paredes de gotelé, muebles de madera oscura con tapetes, armarios empotrados y habitaciones anacrónicas que unen cocina, comedor y salón en una sola estancia. Entre nosotros o, como descubre la desdichada Verónica al final de su periplo, en nosotros mismos. Literalmente.   


Con estas señas, queda claro que Verónica es la mejor película de Plaza porque se trata de su cinta más personal. La más "suya" y la más "nuestra". También con los códigos, que no tópicos, de todo el cine de posesiones y fenómenos paranormales que nos remiten tanto al giallo italiano como al terror norteamericano. Porque, tras un prólogo que nos avanza la tragedia que está por venir (y que se completa en un dilatado clímax final que ya es antología de nuestro cine), Verónica es una historia de soledades, crecimientos, lutos e incomprensiones. El miedo nace de los personajes, y en consecuencia Plaza resuelve con maestría la dirección de sus jóvenes intérpretes a la vez que deja muchas incógnitas, todas justas y necesarias, para que desde la platea juguemos a adivinar cómo y por qué se llegó a tal situación de psicosis (estamos ante una historia de mujeres... pero sobre la ausencia de un padre muerto y de una madre que la cámara recoge en recurrentes planos desenfocados). Verónica, en definitiva, tiene el mérito de convertir lo reconocible en un campo minado de miedos internos y externos, y tal vez por ello sus momentos más cuestionables son aquellos en los que la ficción gana terreno a la realidad, dejando entrever la tramoya de sus dispositivos terroríficos (la inverosímil Hermana Muerte, alguna anáfora musical o el ralentí de sus últimos minutos, con una investigación criminal que se resuelve con los tradicionales párrafos explicativos antes de los títulos de crédito). Con todo, es de justicia señalar a Verónica como una cinta superlativa, capaz de llevar a los fanáticos del género a las puertas del éxtasis y de contentar a los más agnósticos. [REC] ya es un clásico moderno dentro y fuera de nuestras fronteras: Verónica contará con el mismo privilegio. Tiempo al tiempo.


Para los que quieren "pasarlo" muy mal (o todo lo contrario) en la oscuridad del cine.
Lo mejor: Plaza se revela como un director elegante y solvente en todos los ámbitos.
Lo peor: Los detalles ya apuntados (por otra parte, nada graves).


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