sábado, 6 de septiembre de 2008

CHE: EL ARGENTINO 6 / 10


Aupada por una campaña de publicidad espléndida (todo lo que toca Telecinco lo convierte en oro, sólo hay que ver la taquilla de Alatriste, El laberinto del fauno o El orfanato), nos ella la primera parte de un díptico un tanto irregular sobre la figura del Che, un icono que permanece indeleble y al que se recurre con frecuencia aunque sólo sea para decorar camisetas y pegatinas. Soderbergh ha realizado una primera parte un tanto lineal y aburrida. El director de Traffic refleja su admiración por el personaje a tratar y confecciona así un título correcto sin demasiados altos y bajos, una cinta de dos horas que juega a la ambiguedad narrativa con dos tramas que se sobreponen sin demasiado atino. Soderbergh parece repetir los esquemas de su compatriota George Clooney combinando títulos comerciales con otros de menor calado comercial. Che: El Argentino cae, como era de esperar, en el bando de las películas serias y vuelve a mostrar ciertos tics estéticos ya propuestos en Traffic. Del Toro logra una interpretación notable que poco a poco se ve afectada por el devenir de un título un tanto perdido. Che: El Argentino no entusiasmará al público americano debido a sus planteamientos de forma y fondo cercanos al cine documental. Tampoco calará entre el público de a pie porque a Soderbergh parece importarle más ser fiel a sus planteamientos como autor que a las leyes que guían los gustos de la audiencia. Y finalmente, la crítica europea, pese a algunas voces entusiastas, destacará la europeización de un film híbrido que retrata latinoamérica, está dirigida por un esteta americano y sigue algunos puntos característicos del cine europeo. Todo ello hace de Che: El argentino una película curiosa y resultona que podría ser mucho más. El público español, pero, podrá deleitarse con los pequeños papeles de Unax Ugalde o Elvira Mínguez, sin olvidar la espléndida banda sonora de Alberto Iglesias. Esperemos que Guerrilla apunte más alto. De no ser así, Sean Penn ya puede prepararse para recibir su segundo oscar.

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