martes, 14 de enero de 2014

Crítica de A PROPÓSITO DE LLEWYN DAVIS, de Joen Coen e Ethan Coen

Los Coen sienten una gran atracción por la figura del perdedor. Gran parte de sus personajes son hombres miserables que no consiguen lo que quieren, que se ven implicados en problemas que no han provocado o que nunca llegan a alcanzar sus aspiraciones personales o laborales. La comedia negra presente en el sello Coen ha hecho que todas sus películas, con más o menos matices, estuvieran tamizadas de un humor negro y socarrón capaz de rebajar la gravedad del drama y de dar humanidad al perdedor (de ahí que los Coen entiendan el ADN de los Estados Unidos desde la derrota física y moral, y que esa derrota, por cuestiones contextuales de la crisis, ahora tenga todavía más valor). Pero A propósito de Llewyn Davis introduce un cambio considerable en el rico abanico de desgraciados con gracia del cine de los hermanos más cinematográficos de la actualidad: nunca antes, ni tan siquiera en los mundos psicodélicos de Barton Fink, en la fría geografía de Fargo o en los desiertos yermos de No es país para viejos, la derrota se había manifestado en la filmografía coeniana de una forma tan cruda, tan directa, tan gris, tan dura. A propósito de Llewyn Davis es una gran historia sobre la decepción, la lucha que no se ve recompensada con ningún fruto, una puesta en imágenes de ese gran capricho del destino que supone 'estar en el sitio y en el momento adecuado'. Llewyn Davis, defendido por un notable Oscar Isaac, pone cara y voz a un cantante folk que llama a todas las puertas sin éxito, ya sea para pedir cama durante varias noches o para dejar su primer vinilo como promesa de una gira o de un contrato. Hay, cómo no, el humor marca de la casa (el episodio de John Goodman es, en sí, una gran chanza), pero en esta ocasión, al menos en lo personal, se impone el ambiente invernal y desangelado de un Ulises con gato y guitarra a cuestas. Los Coen vuelven a enseñar su mano maestra, tanto en la descripción de su protagonista (dista de ser una víctima sin estrella: más bien estamos ante un pobre diablo) como en el dibujo de todos y cada uno de los secundarios, con especial mención a una Carey Mulligan injustamente no considerada en la actual temporada de premios. Los Coen también afinan en todas las secuencias musicales, gracias a una de las bandas sonoras adaptadas que más sonarán este 2014. En resumen, una película recia, seguramente demasiado descorazonadora para el paladar académico, pero enteramente disfrutable para los que persigan la descripción de una época y sus músicas de clubes nocturnos. Eso sí: vayan con la mente despejada y preparada, porque entre acordes, viajes, cigarrillos y diálogos se esconde un drama capaz de dejarte pegado a la butaca. 


Para ver el lado oscuro que esconde la música.
Lo mejor: Tiene uno de los personajes más interesantes del año, como sucedió la temporada anterior con Sixto Rodríguez. El convencimiento de que se disfrutará todavía más en un segundo visionado.
Lo peor: Algunas paradas de la road movie son menos interesantes. Que no estará nominada a los Oscar.

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Nota: 7'5

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