lunes, 17 de diciembre de 2012

La tristeza del violinista: Crítica de POLLO CON CIRUELAS (POULET AUX PRUNES)

La verdadera vocación de los artistas Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud es contar historias. O mejor: cuentos. El hecho de que hagan cine, y por lo tanto películas, es casi un accidente. Han encontrado en el séptimo arte un soporte para dar entidad a sus tramas de la misma forma que podrían expresar su imaginario y su colorido por la vía de la pintura, la ilustración o la fotografía. Con Persépolis, la adaptación a la gran pantalla de la homónima novela gráfica, se confirmó la convivencia en su estilo de formas, texturas y expresiones artísticas tan heterogéneas, en esencia hermanas pero rabiosamente diferentes. Por todo ello Pollo con ciruelas, su segundo largometraje, sin el apoyo de una trama ya marcada, era la prueba de fuego del dúo Satrapi - Paronnaud y debía confirmar su capacidad estrictamente cinematográfica de narrar historias. Lo mejor que se puede decir de este segundo plato de ingredientes sólidos pero regusto dulzón es que se parece bastante poco a cualquier cosa que hayamos podido ver en los cines este mismo año y anteriores, una singularidad que confiere al menú una magia agradable. Y lo peor es que ya hemos logrado responder la pregunta del millón, y por desgracia Satrapi y Paronnaud no salen bien parados: más allá de su envoltorio visual Pollo con ciruelas es casi una anécdota mal ejecutada, un pie de página sin subrayado o una historia mínima, material que hubiese podido fructificar en un delirante cortometraje o en mejores manos, pongamos por caso las de Jean-Pierre Jeunet, una posible pieza de culto. El actor Mathieu Amalric, el rostro de los personajes más bizarros del último francés, defiende como puede esta historia de un violinista sin violín que detesta a su hijo, odia a su esposa, viaja largas horas en busca de un instrumento y se pasa ocho días encerrado en su dormitorio a la espera de que un ángel negro llame a su puerta. Nada más y nada menos. Sin el 'érase una vez' y sin el 'comieron perdices', pero ante todo queriendo ser un cuento para adultos. El problema de Pollo con ciruelas está en la escasez de comida, aunque el plato sea de alta cocina y los directores pongan en los costados todo tipo de florituras. La sensación de que podría ser una película fascinante y de que la historia interesa más bien poco va minando el conjunto cual muerte lenta, eso hasta desembocar en un final tan esperado como insuficiente. De momento Satrapi y Paronnaud han demostrado ser una de las parejas más creativas de la actualidad con una gran capacidad para colorear los fotogramas aportando una sensación de irrealidad lejana al glamour y a la espectacularidad de cierto cine que es y que por desgracia se cree despampanante. Pollo con ciruelas aspira a ser un cine personal y austero, y dicen que del bote más chico se hace la mejor confitura. El postre no ha cuajado pero bien merece una intentona más. Siendo generosos e intentando llenar la cuchara hasta los topes hay que reconocer que hay pequeñas genialidades en Pollo con ciruelas. Muy pequeñas. Ojalá en la tercera película conquisten ese terreno lírico y profundo que de momento solo han bordeado de forma tímida.


Para oidores de cuentos poco exigentes
Lo mejor: Ver a Amalric en acción siempre es motivo de alegría.
Lo peor: Es claramente mejorable.

Nota: 5

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