martes, 18 de enero de 2011

Crítica de SOMEWHERE

LA ETERNA ESPECTADORA
A Sofia Coppola, antes de aparecer en la tan criticada El Padrino 3, la situamos entre platós, siendo espectadora de todos los proyectos de su padre Francis. Coppola fue y sigue siendo la niña de papá, la joven tímida y retraida que nació en una cuna hecha de celuloide. Ahora, como directora, Coppola parece interesarse por la soledad del espectador y toda su filmografía se inserta en una especie de continua autoreferencia, reflexión personal y filmación de unas sensaciones que parece haber sentido, incluso unos lugares en los, intuimos, ha estado. Quizás por eso las películas de Coppola gozan de una estética potente. Por ello Las vírgenes suicidas no parecía una ópera prima, y por ello Somewhere no cumple el prototipo de lo que se espera de una directora ya consagrada. Esa narración en primera persona lo impregna todo: en el cine de Coppola los personajes sufren y el protagonista es un espectador, como nosotros, de su particular descenso a los infiernos. El viaje hacia el tedio, la rutina en esa pecera de oro que en su día fue Versalles y que ahora es la ciudad icónica de Los Ángeles. Si María Antonieta era una adolescente obligada a vivir en un mundo de adultos, en Somewhere el actor protagonista no deja de ser un inmaduro que no sabe qué hacer con su vida. Hay algo de infantil e inocente, pero también de fatídico e irrespirable, en el cine de Coppola. En Somewhere, Coppola por primera vez se despoja de cualquier adorno y desnuda sus intereses en dos planos, uno inicial y otro final, que son la esencia de la película, y que además suponen la clara metáfora de todo su cine. En uno, Johnny Marco, un actor de Hollywood, corre con su Ferrari de lujo en lo que parece un circuito cerrado. Un bucle, como su vida. La carretera final se pierde en el horizonte, no sabemos dónde empieza y dónde acaba. Lo que realmente importa en el cine de Coppola no es el destino de esa autovía, sino el propio recorrido: sus personajes, conscientes de la vacía opulencia que los rodea, deciden actuar, abriéndose a un futuro incierto, pero diferente, seguramente más emocionante. Mientras la mayoría de directores filman ese capítulo anterior o posterior (la caída o resurrección del héroe), a Coppola le interesan los procesos internos, las escenas de aparente no actividad, la toma de conciencia que sufren sus criaturas en unas películas llenas de momentos aparentemente muertos que, al final, aportan la auténtica belleza y semántica de  sus ficciones. Johnny Marco observa cómo su silueta cae en ralentí hacia el vacío, y su vida, su propia película, la película de Coppola, sucede en un Somewhere simbólico.


ATÍPICO CINE DENTRO DEL CINE
Ese papel de espectadora también ha dado a Coppola la amplitud de miras necesaria para sopesar las luces y las sombras de ese séptimo arte que tanto admira. Somewhere es una crítica sutil al aparatoso aparato del cine: de entrevistas a entregas de premios, de promociones a excentricidades varias, la mayoría en un contexto de derroche, que protagoniza la persona que esconde el actor, el actor que esconde la persona. Pero Johnny es otra persona cuando está con Chloe, su hija. En compañía parece mejor persona. Y ello sirve para que Coppola explique una de las relaciones paternofiliales más tiernas jamás filmadas, al mismo nivel que el toma y daca amoroso de Lost in Translation. Aunque Coppola, seguramente hastiada tras el intenso episodio que supuso rodar una película de las características de María Antonieta, ha preferido caminar sobre seguro y filmar su película más pequeña. Sin la complejidad técnica de su huida a la corte francesa. Con la seguridad de quien, tras ganar un Oscar, prefiere seguir fiel a sus adentros y no sucumbir a las leyes de Hollywood. Somewhere es su particular Mulholland Drive, una declaración de intenciones. Elle Fanning, sin despreciar a un Dorff en su mejor trabajo, es la magia de la película. No hay duda que será una actriz que dará mucho que hablar. Coppola parece enamorarse de la joven y quizás por eso Somewhere sólo funciona a pleno rendimiento, con su carga soñolienta y onírica, su cara más fresca y divertida, cuando la pequeña gran actriz aparece en pantalla para complementar la expresión magullada de Dorff. El resto de película, sin llegar a ser lo mejor que ha rodado su directora, es una potente estampa de silencios y gritos que no se oyen. Puede que no mereciese ese León de oro veneciano, y aún así es de lo más estimulante que nos depara 2011.


Nota: 7

2 comentarios:

ArturO dijo...

Totalmente deacuerdo; salvo que ami me parecio (en calificación) un poco mejor. Es que es una pelicula demasiado personal, a veces tanto que se diluye en ella misma; genial. Conmovedora. Fanning tremenda ;D
Saludos!

Edujota dijo...

Respeto muchísimo tu crítica, es más, coincido en algunas cosas, pero la realidad es que la película me aburrió mucho, muchísimo.
Si la terminé de ver fue solo por esperar hasta el final algo de magia, algo de la (tanta) magia que tenía Lost in translation. No la encontré. Que pena.
Aprovecho para felicitarte por tu blog. Es excelente.