martes, 5 de noviembre de 2013

Crítica de LA VIDA DE ADÈLE, de Abdellatif Kechiche

1. En la novela gráfica El azul es un color cálido, la francesa Julie Maroh cuenta a partir de una experiencia personal la historia de Clementine, una joven de 15 años que se enamora de Emma, una misteriosa chica con el pelo azul. Maroh juega con los colores, la base de su título, y su obra, además de retratar una realidad homosexual en la contradictoria Francia de la actualidad, se impone como un gran relato sobre el poder del primer amor, con independencia del sexo y de la sexualidad de sus participantes. El cómic, pese a todo, está narrado a partir de dos líneas narrativas: Emma lee los diarios de Clementine y las palabras de esos cuadernos se materializan en imágenes, por lo que toda la historia se inserta en un largo flashback que culmina con la muerte de Clementine en extrañas circunstancias. Maroh, en resumen, opta por una estrategia escritora bastante parecida a la que adoptan ciertas tiras mangas para público femenino (diálogo interior, cierta recreación en el 'mal de amores' de sus personajes, etc.), y su estructura termina por resultar tan previsible como efectista. Queda, eso sí, el interesante ejercicio cromático que define simbólicamente a sus personajes, dos caras de una misma moneda que se desgajan y fusionan en la frialdad y calidez de sus tonos: el arrebatador efecto que tiene la irrupción de Emma en la vida de Clementine se resuelve con constantes trazos azules que rompen con el gris imperante de las páginas, mientras que a posteriori el recuerdo de la fallecida Clementine es evocado por Emma con pinceladas anaranjadas que sellan la doble influencia de la curtidora experiencia amorosa y sexual.


2. El azul es un color cálido, pese a sus desiguales méritos y defectos, nacía dentro de una órbita claramente queer, con la intención de normalizar una realidad social no siempre reivindicada y con el fin de dar a todas las Emmas y Clementines del S. XXI una obra con la que sentirse identificadas, y con ellas la gran masa de lectores hetero u homosexuales. La vida de Adèle, en cambio, nace claramente desvinculada de cualquier compromiso social y desde el primer momento reniega de la herencia del material literario de base. Más que una adaptación, en este caso hay que hablar de una versión de una historia ya marcada: Kechiche ha utilizado la novela inicial como anecdótica fuente de inspiración para explorar los mundos que más le interesan, una libertad artística totalmente lícita aunque Maroh, la autora de la novela, hable en términos de 'traición' a una historia con tintes autobiográficos. Sería interesante analizar las similitudes y diferencias que existen entre novela y película, aunque por falta de espacio citaremos la más evidente: en el camino que media entre la lectura de la novela y su reconversión en imágenes, Kechiche ha encontrado personajes allá donde Maroh sólo presentaba estereotipos. Concretamente, Kechiche ha esculpido un personaje: esa Adèle atractiva e indescifrable que reclama su independencia con respecto la inicial Clementine y cuyo nombre establece un vínculo más que evidente con Adèle Exarchopoulos, la excepcional intérprete que le da vida.


3. Partiendo de Adèle (y todo lo que ella implica: el relato pasa a acoger un orden cronológico con saltos temporales que abarcan diferentes años), Kechiche ha querido hablar del amor en mayúsculas (el tema así lo merece pese a las vanalizaciones ficcionales que han asociado el amor con el romance: amar implica una dependencia, una necesidad y un dolor que pocos están capacitados para filmar con toda su fiereza). Resulta totalmente anecdótico el hecho de que sus personajes sean femeninos: importan los sentimientos, la vivacidad de una mirada, la intensidad de un beso o la complicada vida en pareja. Kechiche toma prestados muchos elementos de la novela, pero en términos generales puede hablarse de una transformación y de una ampliación de la primera obra: viendo la película, la lectura deja de ser un vínculo primordial para convertirse en un complemento secundario, aunque no prescindible si se quiere llegar a un completo análisis del cosmos del film. Kechiche toma ideas y les da forma, las amplía y las dota de una vida pocas veces vista en la gran pantalla: el cambio del color del pelo de Emma marca las dos partes del relato y el juego de colores se bifurca en dos partes (Adèle pasa de evocar el azul de su amada cuando se masturba en su cuarto a sentir toda la intensidad del color cuando deja su cuerpo al vaivén de las olas, como si el recuerdo de Emma y su azul característico ya fuese en su etapa de madurez una parte indivisible de su cuerpo y de su ser). 


4. Curiosamente, una de las cuestiones que más se han discutido del film (sus explícitas y largas escenas de sexo lésbico) ya aparecían en la obra de Maroh. En este sentido, Kechiche llega a unos terrenos que sólo Von Trier ha explorado en los último veinte años: la desnudez total y absoluta de los personajes se traduce en unos trabajos interpretativos muy vívidos y, en palabras de sus actrices, en una experiencia profesional de lo más tortuosa (imposible no evocar la polémica que existió entre el cineasta danés y la presuntamente maltratada cantante-actriz Björk con motivo de Bailar en la oscuridad, no por casualidad otro título que fue galardonado con la Palma de oro). Con independencia de su trastienda, La vida de Adèle llega al espectador de la forma más pura posible: todo se antoja sumamente real, y asistir a la intimidad sexual de sus personajes no es un capricho sino una forma de afianzar el vínculo de encariñamiento y finalmente de desgarro que se teje entre el espectador y la película. Parte de la estrategia de Kechiche está en aturdir a la platea, en desarmarla. En La vida de Adèle no hay espacio para las medias tintas, para el eufemismo o para el pudor. Sus escenas sexuales son torrentes de sentimientos, nunca estampas pornográficas.


5. Kechiche ha firmado una gran película. Con ella es imposible no sentirse identificado a distintos niveles, reir ante la inocencia de la primera Adèle y llorar a lágrima tendida cuando el personaje atraviesa sus peores momentos. Escenas como el encuentro en la cafetería están entre las mejores secuencias de todos los tiempos (sin exagerar). Y aunque es interesante ver cómo se completan y complementan las dos partes del relato, a nivel personal La vida de Adèle no termina de ser redonda porque al querer filmar un sentimiento universal (el amor) se olvida de concretar un contexto local (la Francia de Sarkozy que llena las calles de manifestaciones homófobas y celebraciones del Orgullo Gay, todo ello ya presente en el libro). La cinta no incide en la etapa de instituto de Adèle, con el desaprovechamiento colateral de algunos personajes muy interesantes. Tampoco concreta algunas de las actitudes de Adèle, y por ello no acaba de cuajar la exposición de dos formas de vivir la homosexualidad en la Europa moderna (pese a todo, los distintos caminos vitales que toman sus heroínas y las dos cenas en casa de los padres de una y de otra son momentos sintomáticos de toda la problemática social que esconde la historia). La vida de Adèle, en otras palabras, sería más coherente si hubiese aceptado desde el primer momento su naturaleza queer, aunque ello no implica que estemos ante la exposición de un amor lésbico visto desde una órbita masculina y heterosexual. La vida de Adèle quiere abarcar tanto (es una historia cerrada y al mismo tiempo dos capítulos en la existencia de un personaje abierto a más episodios) que acaba un tanto descompensada. Y aún así, hacía mucho tiempo que no habíamos asistido a una bocanada de aire tan fresco, a una experiencia tan real como tortuosa. Después de ver La vida de Adèle uno siente que ha experimentado cosas en primera persona, que ha sido sometido a un torbellino de sentimientos y que ha vivido más de las tres horas que impone su metraje: sólo por eso podemos celebrar sin tapujos el que ya es uno de los clásicos más incontestables de lo que va de siglo.

 
Para los que quieran tocar el cielo y visitar el infierno en 3 horas de cine superlativo.
Lo mejor: El trabajo de Adèle Exarchopoulos es ya historia del cine.
Lo peor: Que se vea como un film provocador y efectista,
siendo en realidad una de las películas más complejas y profundas del año.

Posts relacionados:
Crítica de CUSCÚS (LE GRAINE ET LE MULET), de Abdellatif Kechiche

Nota: 9

11 comentarios:

Cyllan dijo...

Halaaaa, que buena pinta madre.

Unknown dijo...

Yo al ver la película me quedé con la impresión de que esas escenas tan explícitas desvirtúan o desprestigian aquello que considero importante o poseedor de cierta profundidad. Creo que “La vida de Adèle” convierte el sexo en pornografía. Algo que es digno se banaliza y se convierte en mierda. Es indignante que el sexo lésbico haya quedado sólo en puro voyerismo y morbo despreciable de la mano de un director heterosexual sin ningún pudor. Por algo la propia autora del cómic las ha criticado tanto, y con toda la razón.

m dijo...

Pues sinceramente, para que se hagan películas lésbicas como ésta prefiero que no se haga ninguna… Mucho decir que visibilizan y normalizan pero parece que nadie ve que en realidad estamos en lo de siempre: las relaciones entre mujeres se convierten en objetos de morbo masculino y en escenitas degradantes de tetas y coños antes que en cualquier otra cosa, y eso es más un retroceso que un avance. Las propias lesbianas somos tan críticas con esta película precisamente porque nos vemos reducidas a una fantasía absurda de un hombre heterosexual, posturas ridículas y una actitud como de “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo”. Teniendo una historia tan maravillosa como la que tenía, con un temazo a desarrollar, un punto de partida estupendo en la obra original para trabajarlo y unas actrices entregadas y convincentes para darle vida, Kechiche ha malgastado sus 180 minutos de película en tijeras cunnilingus. A “La Vida de Adèle” le falta verdad y le sobran erecciones. En su cómic, Julie Maroh quiere dar visibilidad a las dificultades con las que se encuentra un adolescente durante el proceso de aceptación de su diversidad sexual, además de presentar una historia de amor excelente, bien cuidada, respetuosa, estética. Pero la prioridad de Abdellatif Kechiche ha sido ejercer de dictador. Él quería sostener la lupa como un voyeur dándose el lujo de exigir todas sus fantasías desde el lugar más privilegiado. No nos extrañe pues que Maroh haya denominado a esta película “pornografía para mentes masculinas”.
Y conste que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado, como por ejemplo sucede en el cómic. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica. Podía haber sido una escena de sexo rodada con respeto, buen gusto, erotismo y sensibilidad y no quedarse en el puro morbo de un director tiránico que parece regodearse en las tijeras y el cunnilingus mientras filma para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como otra cosa. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual y obsesivo.
Por ejemplo, una película como Nymphomaniac es bastante más honesta que ésta en cuanto a propósitos y objetivos, ya que no miente al presentarse a sí misma: “FORGET LOVE” es su frase de presentación y en ningún momento reniega de sus escenas pornográficas o de sexo explícito. Pero Kechiche hace todo lo contrario, muy hipócritamente: rueda escenas claramente pornográficas y de bastante mal gusto y nos las quiere hacer tragar no sólo como necesarias sino como demostración de la pasión más auténtica. Pues por eso yo no paso, lo siento mucho, no quiero que se me tome por idiota. Lo que ha rodado este hombre es porno, se ha recreado en él y en las actrices y ha querido hacerlo así para llenar más salas, crear más audiencia y alimentar más morbo (sobre todo el masculino).
Si habéis leído el cómic (que os recomiendo para que veais por vosotras mismas la diferencia), comprobaréis que las escenas de sexo no tienen nada que ver. Son explícitas, sí, pero no se recrean injustificadamente ni ofrecen morbo gratuito no resultan tópicas o insultantes. Son naturales, sugerentes y estéticas. En la película no veo más que tetas bamboleantes y posturas ridículas propias de un vídeo de Youporn.

mariumack dijo...

la verdad no entiendo porqué disgustan tanto esas escenas de sexo -a mi gusto maravillosos, seré hombre y hetero??- son 7 minutos en 180! la pelicula es TANTO MAS, me encantó, me conmovió enormemente, la vi varias veces y sigo encontrándole cosas estremecedoras. No leí el comic, pero ni ganas que tengo: esta pelicula es asi, perfecta.

Muesliconplatano dijo...

En esta obra de arte el sexo es contado como todo lo demás, al límite y como si se viviese en primera persona. Nadie habla de como se come en la película, eso si es pornografía y no las escenas de amor(sexo). Siento mucho que nunca hayas probado esas posturas.

Unknown dijo...

A mí me parece descarada y ofensiva la intención comercial de esta película. Precisamente creo que el director se vio obligado a incluir esos 10 minutos de sexo lésbico explícito porque si no nadie iría a ver una película de 3 horas, tan lenta, tan densa y tan poco comercial en todos los demás sentidos. De ahí tanta indignación justificada con ella, porque el director se ha aprovechado de algo que sabe que crea morbo como el sexo lésbico y lo ha pervertido hasta niveles pornográficos para luego venderlo como "arte".
Tened por seguro que si Kechiche hubiera dirigido “Brokeback Mountain” o una historia de amor con dos hombres como protagonistas, ni de coña se habría recreado tanto. Es por este cúmulo de circunstancias por el que las lesbianas nos sentimos tan ofendidas: se nos reduce siempre a lo mismo, al mismo papel de objetos destinados a dar placer o morbo a la audiencia… Es curioso que las mayores alabanzas procedan, justamente, de hombres heterosexuales; las mujeres, heteros o lesbianas, la ponen bastante peor y son mucho más críticas. Será quizá porque la cosificación sexual de la mujer es algo tan enquistado en nuestra sociedad, en todos los ámbitos, lo tenemos tan admitido, que ni se permite darle la vuelta cuando alguien lo cuestiona (y entonces, de hacerlo, se nos tacha de histéricas, mojigatas o estrechas de mente, como si confundiéramos “abiertos de mente” con “necesidad de mostrar sexo explícito”) y, como siempre, se visibiliza a las lesbianas sólo para la consecución del placer masculino; se las muestra como objetos sexuales en la pantalla con la hipócrita excusa de que es necesario ver esas escenas pornográficas para entender la vida de la protagonista. Y así, la vida de Adèle se queda reducida a “La vida sexual de Adèle”. Una película fácil, vulgar, pornográfica, con todo lo que podía haber dado de sí (no se dedica apenas atención a la lucha interior de la protagonista, a los conflictos con sus padres y amigas ni la solución a los mismos, no se incide en la necesidad de una mayor visibilización y normalización, etc.)… Es verdaderamente una lástima.
En relación con esto, mi principal motivo de queja y frustración con esta película (que por muchos motivos me resulta un compendio de tópicos facilones sobre la homosexualidad con un guión naïf e inocentón en exceso que camufla sus carencias bajo toneladas de sexo explícito absolutamente injustificado y que denota una visión masculina obvia) es la escena suprimida en el montaje final de los padres de Adèle echándola de casa cuando la pillan en la cama con Emma, que en el cómic marca un punto de inflexión importantísimo en la vida de la protagonista y así debería haber sido igualmente en la película para entender mejor su desamparo y su soledad. Esta escena sí que es vital para la trama y no la de las tijeras, por ejemplo, a la que se dedica una atención que roza el ridículo. ¿Por qué se suprimió entonces? ¿Para darle más minutos al sexo? ¿Es que no eran suficientes? Resulta incomprensible. Si alguien sabe darme una explicación a esto se lo agradecería, porque yo no la encuentro y me da mucha rabia que se haya eliminado una escena tan importante.

G-habichuela dijo...

Estoy muerta por leer la novela. Pero es verdad yo, francamente comparto muchos aciertos de la película, pero sabía que algo le falta por ejemplo lo que dice Paula Alonso la escena de los padres echándola de casa, ya sabía yo que no tenía sentido que Adele de pronto apareciera en casa con Emma. También creo que las escenas de sexo fueron toneladas, y sólo por placer a los hombres, realmente no era necesario. Cómo dije, muero por leer la novela, alguien sabe si está en castellano y si llegará a Perú?

Unknown dijo...

"La vida de Adele" es la película más machista que he visto en mi vida, además de perversa, tanto ella como sus intenciones, porque me parece repugnante cómo se abusó de estas dos actrices jóvenes por parte de un director ávido de morbo. Creo que no hacía ninguna falta mostrar tantísimo sexo y que si se hizo así fue únicamente para buscar polémica y audiencia, que se cargaron una novela original extraordinaria en función solo de la búsqueda de esta fantasía masculina heterosexual, que si hubieran sido dos hombres los protagonistas no habrían ido tan lejos las escenas de cama y tampoco la película habría sido tan alabada ni tan premiada y que de hecho si fue así fue porque los críticos (hombres heterosexuales, recordemos, en su mayoría) la valoraron más con los genitales que con el cerebro, ya que objetivamente es una historia bastante mediocre que no aporta nada.

Yogulado dijo...

Estoy en general de acuerdo en todo lo que plantean las lesbianas indignadas con esta película y también me rebelo contra la hipocresía y la imbecilidad de los críticos y festivales correspondientes. El sexo en el cine muchas veces actúa como un reclamo morboso en sí mismo que se desconecta del relato en el que está inserto. Desde luego la película que nos ocupa es un ejemplo claro de este efecto, y entiendo por ello la ira que ha provocado.

La cuestión es: ¿es lícito mostrar sexo actuado en un relato? Yo pienso que sí, claro. Pero también es cierto que el carácter claramente perturbador de la visión de personas, aunque sea fingido, practicando sexo muchas veces no complementa la narración sino que ejerce como elemento distorsionante. Y, por supuesto, en “La vida de Adele” esto está llevado al extremo porque realmente las actrices están representando su sexo de una forma tan explícita que cuesta trabajo decantarse por si es sexo fingido o real. Para un espectador masculino heterosexual este momento claramente se desconecta del relato porque la excitación de ver esta fantasía es lo único que importa en ese momento. Y es normal que sea así. Lo lamentable es que el director y los críticos alabadores sean tan cínicos e hipócritas para hacer pasar este elemento determinante de la película como un hermoso complemento y no como un reclamo morboso, y por ende, comercial.

Es evidente que una película de estas características necesitaba este reclamo sexual para conseguir audiencia y crítica (¿a quién le interesa si no el romance adolescente de dos lesbianas desarrollado en 3 horas tediosas?), pero creo que el director ha demostrado una gran torpeza llevando este reclamo hasta extremos pornográficos. Parece que no le bastaran todas las virtudes del cómic original y tuviera que concederle a las masas el topicazo más fácil y simple: el uso desafortunado de escenas de sexo lésbico explícito tan innecesarias, inesperadas e inútiles para la trama como el último desnudo en la escena de la ducha... a menos, claro, que de lo que se trate sea de mostrarle a la audiencia cómo una chica lesbiana (primero sí, luego ya no, y finalmente otra vez sí) puede follar y cómo se aclara el cabello.

En resumen, que si Kechiche hubiera dirigido "Brokeback Mountain" en lugar de Ang Lee, Ledger no habría demostrado que sí era actor en la escena en la que abraza deshecho la camisa de su amor muerto, pero los primeros planos de 10 minutos del más "artístico" sexo anal y oral en la tienda de campaña entre él y Gyllenhaal les hubieran valido a los tres la Palma de Oro, ya que sería inconcebible pensar que el sexo homosexual masculino no fuera premiado en Cannes...

Si quiero ver sexo, veo porno. Pero no me vendas cine con algo demasiado parecido al porno porque somos todos mayores y me estás tomando por tonto.

Yogulado dijo...

Estoy en general de acuerdo en todo lo que plantean las lesbianas indignadas con esta película y también me rebelo contra la hipocresía y la imbecilidad de los críticos y festivales correspondientes. El sexo en el cine muchas veces actúa como un reclamo morboso en sí mismo que se desconecta del relato en el que está inserto. Desde luego la película que nos ocupa es un ejemplo claro de este efecto, y entiendo por ello la ira que ha provocado.

La cuestión es: ¿es lícito mostrar sexo actuado en un relato? Yo pienso que sí, claro. Pero también es cierto que el carácter claramente perturbador de la visión de personas, aunque sea fingido, practicando sexo muchas veces no complementa la narración sino que ejerce como elemento distorsionante. Y, por supuesto, en “La vida de Adele” esto está llevado al extremo porque realmente las actrices están representando su sexo de una forma tan explícita que cuesta trabajo decantarse por si es sexo fingido o real. Para un espectador masculino heterosexual este momento claramente se desconecta del relato porque la excitación de ver esta fantasía es lo único que importa en ese momento. Y es normal que sea así. Lo lamentable es que el director y los críticos alabadores sean tan cínicos e hipócritas para hacer pasar este elemento determinante de la película como un hermoso complemento y no como un reclamo morboso, y por ende, comercial.

Es evidente que una película de estas características necesitaba este reclamo sexual para conseguir audiencia y crítica (¿a quién le interesa si no el romance adolescente de dos lesbianas desarrollado en 3 horas tediosas?), pero creo que el director ha demostrado una gran torpeza llevando este reclamo hasta extremos pornográficos. Parece que no le bastaran todas las virtudes del cómic original y tuviera que concederle a las masas el topicazo más fácil y simple: el uso desafortunado de escenas de sexo lésbico explícito tan innecesarias, inesperadas e inútiles para la trama como el último desnudo en la escena de la ducha... a menos, claro, que de lo que se trate sea de mostrarle a la audiencia cómo una chica lesbiana (primero sí, luego ya no, y finalmente otra vez sí) puede follar y cómo se aclara el cabello.

En resumen, que si Kechiche hubiera dirigido "Brokeback Mountain" en lugar de Ang Lee, Ledger no habría demostrado que sí era actor en la escena en la que abraza deshecho la camisa de su amor muerto, pero los primeros planos de 10 minutos del más "artístico" sexo anal y oral en la tienda de campaña entre él y Gyllenhaal les hubieran valido a los tres la Palma de Oro, ya que sería inconcebible pensar que el sexo homosexual masculino no fuera premiado en Cannes...

Si quiero ver sexo, veo porno. Pero no me vendas cine con algo demasiado parecido al porno porque somos todos mayores y me estás tomando por tonto.

Unknown dijo...

¿Por qué tantas lesbianas estamos en contra de esta película? Aquí enumeramos las razones:
- Fomenta tópicos machistas y morbo gratuito.
- Vulgariza impunemente la maravillosa obra original, #Elazuleselcolormascalido, de #JulieMaroh, y la sexualiza convirtiéndola en basura.
- Reduce la imagen de las lesbianas a mera pornografía para hombres y la relación entre ellas a una frívola fantasía machista.
- Cosifica y explota a las actrices, #LeaSeydoux y #AdeleExarchopoulos, para hacer de ellas simples objetos masturbatorios.
- Ningunea todos los temas profundos del cómic original, así como su buen gusto y sensibilidad, sacrificando su importancia para centrarse únicamente en la explicitud de unas larguísimas escenas sexuales totalmente innecesarias para la trama.
- Intenta convencer al espectador de que estas escenas son imprescindibles para entender la vida de la protagonista, y en cambio no se regodea ni la décima parte con las escenas de cama heterosexuales (también supuestamente importantes para entender la vida de la protagonista y su evolución).
- Convierte la visibilización y normalización lésbica en puro morbo para voyeurs y pajilleros.
- #AbdelatifKechiche demuestra una total falta de respeto hacia la idea original concebida por la autora.
- Es una película mediocre premiada y alabada injustamente sólo por su reclamo sexual, sin el cual la historia no destaca por nada y habría pasado completamente desapercibida.
- Es ofensiva para las lesbianas, utilizadas una vez más para lo mismo de siempre: la consecución del placer masculino.
- Toma por idiota al espectador queriendo venderle una supuesta gran historia de amor que no es más que vulgar pornografía.
- Desaprovecha un fantástico material original y lo que podía haber sido una valiosa y memorable obra de referencia queda reducida al reclamo fácil y comercial.
- Todo lo anterior se corrobora también con las eróticas fotos promocionales y la sexualizada campaña de publicidad.