domingo, 21 de septiembre de 2014

CRÍTICA | LA TERCERA ORILLA, de Celina Murga


La rebelión silenciosa
LA TERCERA ORILLA, de Celina Murga
Argentina, 2014. Dirección: Celina Murga Guion: Celina Murga y Gabriel Medina Fotografía: Diego Poleri Reparto: Alian Devetac, Daniel Veronese, Gaby Ferrero, Irina Wetzel, Dylan Agostini van del Boch Duración: 90 min. Género: Thriller dramático Tráiler: Link
¿De qué va?: Nicolás es un adolescente con una vida aparentemente normal. Todo parece ir bien, pero algo sucede. De mayor quiere ser médico, como su padre. Pero tanto sus planes de futuro como la relación con su padre vivirán un giro inesperado. Nicolás empieza a trabajar en un centro de salud como ayudante en prácticas, y ello le permite compartir más tiempo con su padre, que paradójicamente no reside de forma estable en la casa familiar. Coincidiendo con el cumpleaños de su hermana, Nicolás trazará un plan secreto que pondrá en jaque a todos.

En España suelen distribuirse gran parte de las comedias que la industria argentina produce año a año. Una selección notable con no pocos títulos imprescindibles y éxitos de taquilla, pero que tan solo esboza un dibujo parcial de las tendencias actuales del cine ché. La tercera orilla forma parte de ese cine que, pese a su repetida presencia en festivales, sigue incomprensiblemente inédito entre nosotros. Sin la popularidad de Lucrecia Martel, aunque con el espíritu crítico y lírico de la directora de La ciénaga, Celina Murga traza una historia que se construye a base de intuiciones. Las sensaciones ganan espacio a las certezas, y lo que leemos entre líneas tiene muchísima más fuerza que los fotogramas de la película, ya que el film cuenta poco, pero evoca mucho.  

La tercera orilla es la crónica de una rebelión silenciosa: aunque vemos la historia desde los ojos del adolescente protagonista, el espectador nunca es consciente de los deseos, los miedos y los pensamientos del personaje, una estrategia que dibuja una atmósfera tensa, una opresión impalpable pero de alguna manera evidente. Por todo ello, el trazado del film obedece a la finísima línea de un funambulista en acción: se mantiene en pie pese a que cualquier explicación de más o cualquier salida de tono puede dar al traste con el ejercicio introspectivo que se quiere llevar a cabo. Por fortuna, Murga nunca titubea y termina apuntando directamente a su platea, instándola a romper con patrones sociales y familiares que, bajo una aparente pátina de normalidad, alimentan nuestros miedos y condicionan nuestra mirada. 

Cine, en definitiva, que quiere ser una experiencia y a la vez una elegante manera de sacar a la superficie todo lo que escondemos debajo de nuestras alfombras. Cine valiente e incómodo que apabulla nuestros sentidos y que remite a ideas realmente interesantes. Cine oculto que habla de lo oculto. Cine que, bien pensado, necesita seguir en los márgenes para ser fiel a su espíritu arriesgado y nada complaciente. Cine, en otras palabras, que discurre en otros espacios, en esa simbólica tercera orilla donde el cine deja de ser ficción para convertirse en un arma arrojadiza que defiende la insurrección vital del espectador.


Para los que necesitan hacer un cambio en su vida.
Lo mejor: El trabajo de su joven protagonista.
Lo peor: Que su frialdad pueda resultar exasperante en algunas partes.

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