martes, 8 de mayo de 2012

Terror noruego: Crítica de BABYCALL, de Pål Sletaune

Hace diez años se pusieron de moda unas cuantas películas de terror asiáticas que hacían las delicias del público adolescente: The Ring, The Eye, Llamada perdida o La maldición son las más recordadas. Eran películas de trama surrealista que no dejaban nada claro y que por aquel entonces (que éramos más jóvenes y más tontos) nos chiflaban: más que la propia película, lo interesante era charlar con los amigos a las puertas del cine, escuchando las chaladas teorías que cada miembro del grupo proponía. Todo esto viene a cuento por Babycall, una película noruega presentada en el Festival de Roma y ya estrenada en las carteleras francesas (nosotros, como siempre, vamos a la cola). Siguiendo la tradición de esos films de terror de ojos rasgados, Babycall es una historia en la que cuesta entender algo, o en la que directamente no se entiende nada más que lo necesario para seguir pegados a la pantalla durante su hora y media de duración. Pero el tiempo ha pasado y quien escribe ya no está para tonterías. Ahora lo que antes era misterio es un agujero argumental de mucho cuidado. Así que Babycall cae en saco roto, todavía más hondo si tenemos en cuenta que ese moda de miedo nipón fue solo pasajera, rematada años después con horrorosos remakes norteamericanos. No duden que Babycall tendrá su émulo yanki. La historia, a priori, es muy previsible: una madre huye con su hijo a un nuevo piso en una nueva ciudad lejos de su marido. Obviamente la cosa no se acaba aquí, ni tan siquiera empieza aquí. Pero más vale no desvelar lo que sigue porque se perderían lo mejor de Babycall: ver a Noomi Rapace enloqueciendo, yendo de arriba para abajo en su bloque de pisos con su escuchador de bebés. Es innegable que Babycall tiene cuerpo y atmósfera, pero a la hora de pedir la resolución de los interrogantes todo se desploma con la facilidad de un castillo de arena. A los que sean adolescentes en 2012 les gustará. Y los que ya tengan la mano curtida en el thriller del 'nada es lo que parece' se reirán al ver que todo discurre según lo indicado en el manual de instrucciones... salvo por un final que puede entenderse como un volver a empezar, un 'what a fuck!', un '¿tanto rollo para esto?', un 'el guionista se ha quedado con nosotros', un 'pero si no había guión' o un 'no la entiende ni su madre'. Resumen: lo de Rapace no es ser madre en el cine (vean Daisy Diamond o Beyond para más datos), pero sus cualidades actorales merecen mejores películas. Y posdata: ¿al final quién era el amigo del hijo de Noomi? Lío total. Quedan avisados...


Nota: 4

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1 comentario:

Descubrepelis dijo...

Supongo que también quiere aprovechar el boom de terror que se esta cosechando en tierras heladas, con películas como Déjame entrar, igual que ha pasado con la novela negra gracias al Millenium de Larsson... Ya sabemos como van estas cosas de las modas... La cuestión sacar un buen dinerillo.