martes, 9 de diciembre de 2014

CRÍTICA | THE TRIBE (PLEMYA), de Myroslav Slaboshpitsky


Bofetones que duelen (y no hacen ruido)
THE TRIBE (PLEMYA), de Myroslav Slaboshpitsky
Festival de Cannes 2014: Premio Semana de la Crític. Festival REC 2014: Mejor ópera prima
Ucrania, 2014. Dirección y guion: Myroslav Slaboshpitsky Fotografía: Valentyn Vasyanovych Reparto: Grigoriy Fesenko, Yana Novikova, Rosa Babiy, Alexander Dsiadevich, Yaroslav Biletskiy, Ivan Tishko, Alexander Osadchiy, Alexander Sidelnikov, Alexander Panivan Duración: 130 min. Género: Drama Tráiler: Link
¿De qué va?: Un adolescente ingresa en un internado especial para sordomudos. Sus compañeros se comportan de modo extraño y lo someten a pruebas salvajes. Sin quererlo, pronto entrará a formar parte de 'la tribu', una organización que discurre al margen de cualquier tipo de reglamento. Su estancia se complica cuando se enamora de una de las chicas internas e intente revelarse contra el funcionamiento de la tribu. Pero para entonces ya no habrá vuelta atrás, y la única forma de manifestar su rabia será actuando con una violencia todavía más contundente.


Cuando uno ve un número considerable de películas al año, la capacidad de sorpresa disminuye, e incluso uno se vuelve un tanto reacio a las modas que proclaman ciertos festivales: al fin y al cabo, siempre podemos pensar que 'lo nuevo' no deja de ser una variación de tendencias ya existentes o, lo que es lo mismo, de experiencias cinematográficas ya vividas. Tal vez por eso a la comunidad cinéfila le gusta que de vez en cuando lo que sucede en la pantalla no nos ofrezca asideros, que nos deje sin palabras. Pensándolo detenidamente, esa tarea casi inconsciente de ver tantas cintas en tan poco tiempo tiene sentido cuando encontramos esa joya que nos desmonta los esquemas, que nos obliga a reconsiderar nuestra mirada y que nos recuerda que el cine sigue teniendo la capacidad de sorpresa y fascinación que tuvo en nuestros visionados de infancia. Todo ello lo consigue The Tribe, una película que en el circuito de festivales de este 2014 ha funcionado como particular horma del zapato de todo programador, el título inevitable e ineludible de la temporada, una de las obras que más ha viajado y que más y más variadas opiniones ha registrado durante su periplo itinerante.


La novedad de The Tribe no obedece tanto a una opción temática como a una personalidad estilística: de hecho, para casi todas sus escenas existe un referente más o menos inmediato que funciona como bagaje tanto para el propio director como para el espectador más atento (la conexión más evidente la propone el durísimo momento del aborto, con reminiscencias directas a la famosa escena de la rumana 4 meses, 3 semanas, 2 días). El cine de Centroeuropa, por lo general de gran dureza y contenido crítico, ha utilizado muchas técnicas para captar nuestra atención, focalizar sus denuncias y encontrar un espacio en el sistema de certámenes artísticos, pero la fórmula a la que recurre Slaboshpitsky es inédita, y por ello deja una especial huella en el espectador. En The Tribe, los protagonistas, unos jóvenes sordomudos encerrados en una institución dominada por unos mecanismos cruelísimos, se expresan mediante la lengua de signos, por lo que el espectador está obligado a rellenar los huecos de la trama y a conferir cierto sentido a fotogramas que, por su violencia tanto implícita como explícita, resultan casi irreales, irracionales. Además, la estructuración de las escenas a modo de largos planos secuencia potencia todavía más cierta sensación de agobio, de claustrofobia, de marco irrespirable del que nosotros, desde nuestras butacas, no podemos escapar, y en cuyas redes cae inevitablemente nuestro protagonista hasta el punto de perder cualquier atisbo de humanidad. 


Slaboshpitsky parte de lo social para situarse en el terreno de la alegoría: como retrato del día a día de un colegio de adolescentes, la película resulta exagerada y sórdida, siempre y cuando no nos situemos en los marcos amplios del cine fantástico (de ahí tal vez su inclusión en un festival como Sitges); pero gana enteros como ficción etérea, como suma de intuiciones, como metáfora de un sistema social despiadado que tiene mucho que ver con la Ucrania dividida de nuestros días (y, por qué no, con la Europa en guerra constante cuyas fronteras geográficas y cuyos límites morales han sido reformulados en infinidad de ocasiones, y a la postre dilapidados). Por todo ello, The Tribe es una película que escuece, que deja en estado de shock. Una cinta dura como una piedra, sin un atisbo de esperanza en sus más de dos horas de metraje. Algunos responderán ante su radicalidad con desprecio, incluso apartando su mirada de la pantalla, pero esa postura no deja de demostrar que Slaboshpitsky ha conseguido hablar desde el silencio de aquello que no nos gusta expresar o que somos incapaces de reconocer. Magical Girl sorprende por lo que no no vemos, mientras que en The Tribe no hay elipsis posibles. Es, vaya, una visita al epicentro del mal. O, como diría Vermut, a la habitación del lagarto negro.


Para los que busquen películas que sean un 'zas en toda la boca'.
Lo mejor: Nunca sabemos qué sucederá en la próxima escena.
Lo peor: Querer racionalizarla.

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