viernes, 14 de noviembre de 2014

CRÍTICA | STILLE HJERTE (SILENT HEART), de Bille August


Mamá quiere morir
STILLE HJERTE (SILENT HEART, CORAZÓN SILENCIOSO), de Bille August
Concha de Plata a la mejor actriz para Paprika Steen
Dinamarca, 2014. Dirección: Bille August Guion: Christian Torpe Fotografía: Dirk Brüel Reparto: Ghita Nørby, Morten Grunwald, Paprika Steen, Danica Curcic, Jens Albinus, Pilou Asbæk, Vigga Bro, Oskar Sælan Halskov Género: Drama Duración: 95 min. Estreno en Dinamarca: 13/11/2014 Tráiler: Link
¿De qué va?: Esther ha decidido poner fin a su vida. Sus dos hijas y sus parejas, su nieto, su esposo y su mejor amiga se reúnen para acompañarla en sus últimas horas. Heidi, la hija mayor, ha planeado todo al dedillo para que las comidas, los paseos y las pequeñas actividades en familia discurran según el plan previsto. Sanne, la hija menor, se resiste a aceptar la decisión de su madre. La disputa entre ambas marcará una velada en la que se revelará un pasado familiar que puede cambiarlo todo.


El caso de Brittany Maynard, una joven norteamericana con cáncer terminal que decidió acabar con su vida ante el avance de su enfermedad, ha reabierto el debate sobre el derecho a morir dignamente. El cine ya ha abordado el tema en anteriores ocasiones, aunque la memoria nos lleva inevitablemente a Mar adentro, el melodrama de Alejandro Amenábar a partir de la vida y la obra literaria del gallego Ramón Sampedro. El cine nórdico, fiel a las problemáticas sociales de primer orden, aporta su granito de arena con Stille Hjerte (Silent Heart), film que supone el regreso de Bille August a su Dinamarca natal y al cine que le dio prestigio internacional: el drama familiar con pequeñas gotas de humor.


La película, a competición en el último Festival de San Sebastián, nos muestra el último fin de semana de una prole que quiere despedirse de su matriarca, debilitada por una dolencia que acabará con sus facultades físicas y mentales de forma inexorable e irreversible. Los personajes asumen que al final de la velada se producirá el terrible desenlace, y la trama se centra en cómo ese hecho sirve para despertar fantasmas del pasado y al mismo tiempo para evocar recuerdos con nostalgia y sentido del humor. El conflicto entre hermanas, la cómica irrupción del cuñado 'adicto a los porros' (un enorme Pilou Asbæk) y el descubrimiento de un secreto familiar marcan el avance de una cuenta atrás inexorable, de un episodio íntimo y de interiores que equilibra con bastante pericia oscuridad y luz, seriedad y salidas de tono (todas ellas muy elegantes).


Pese a todo, la película no atina tanto a la hora de dar relieve a las complejidades de todos los personajes (resultan más satisfactorias las escenas corales) y no acaba de quedar clara su postura con respecto a los hechos que narra: por un momento da la sensación de que la película pretende demostrar el fracaso del personaje de Paprika Steen (genial, como siempre) en su intento por controlar lo incontrolable y conseguir, obviamente sin éxito, que el fin de semana sea una constante celebración a la figura de la madre; y al final del metraje se intuye una atenuación de los dramas individuales con el fin de no empañar la decisión de la protagonista (en este sentido, la decisión de la hermana pequeña resulta un recurso demasiado fácil). Pese a todo, August demuestra su maestría, y la película deja un regusto amargo que invita al debate. Eso a pesar de que su resolución está más que marcada desde el minuto.


Para adictos a las películas con familias normales que lidian con situaciones extremas.
Lo mejor: La escena del porro.
Lo peor: El desigual peso de sus personajes en la trama.

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