
Con seis meses de retraso,
La duquesa llega a las salas españolas con el atractivo de ser la nueva película de época de Keira Knightley, especialista en corsés y modelos varios tras las notables
Orgullo y Prejuicio y
Expiación. Su Oscar al mejor vestuario no captará audiencia, pero sí aporta prestigio a un culebrón palaciego que cumple todas las expectativas.
Vestuario, dirección artística, maquillaje, peluquería, ambientación y música se conjuran para defender un film aceptable cuya única y gran pega es haberse estrenado tras muchas obras de tono histórico, la mayoría de ellas con Knightley como protagonista.
La duquesa, sin la oscuridad de
Las amistades peligrosas y sin la sabia ruptura de
María Antonieta, gana la batalla de la medianía al carecer de pretensiones. Muestra de su sencillez es su única línia de acción, una estrategia bastante naif que cae irremediablemente en algunos subrayados, aunque la repetición tampoco llegue a hastiar. De todo esto se extrae una
obrita agradable, consciente de sus limitaciones y lo suficientemente atractiva para aguantar varias revisiones, algo coherente porque
La duquesa, de trama liviana e indiscutible glamour, triunfará en sus pases televisivos.
Sus características televisivas no impiden que la película, más ligada a las convenciones del ménage a trois que a la historia en mayúsculas, conserve el atractivo de sus bondades técnicas y su reparto, con un Ralph Fiennes ninguneado en los Oscar. Fiennes, duque y esposo de la protagonista, construye un malo para el recuerdo, aunque el guión limita las posibilidades dramáticas del personaje. En paralelo a la figura del macho, el film es un catálogo de personajes femeninos complejos, todos ellos víctimas y verdugos de sus propias desgracias. El espíritu femenino (que no feminista) de Jane Austen revive en La duquesa, aunque no logre la brillantez de Maria Antonieta, la compleja historia de la reina desdichada por excelencia. La casualidad hace que el amante de lady Knightley (un Dominic Cooper desubicado) mencione la Revolución Francesa como un hecho inminente. De la misma forma que el personaje real se vio ensombrecido por las figuras históricas más relevantes de la época, La Duquesa se ve superada por sus compañeras de género. La Duquesa reina la historia de lo inmediato, y ello ya es suficiente.