lunes, 7 de mayo de 2012

Acción nórdica: Crítica de HEADHUNTERS (HODEJEGERNE), de Morten Tyldum

Headhunters empieza describiéndonos a su personaje protagonista. Roger tiene una casa de ensueño, una mujer diez y un trabajo remunerado. Nada, obviamente, es tan perfecto. Todo en Roger es pura fachada: la mayoría del dinero que aparenta tener lo obtiene de forma fraudulenta robando obras de arte que con la ayuda de un policía adicto al porno vende en el mercado negro. Quien juega con fuego tarde o temprano termina quemándose, y Headhunters nos cuenta qué le sucede a Roger cuando intenta robar a un ladrón todavía más peligroso que él. Un argumento que da para mucho y que recuerda a la sueca Dinero fácil. La lástima, o bien la parte positiva, es que la película apuesta por el thriller frenético de disparos, choques de coches y caidas imposibles. Nada que ver con ese inicio más sosegado que hace pensar en una reflexión sobre la soledad del ejecutivo, los escrúpulos soterrados y los cadáveres que se esconden en cajones de lujo. En lo cinematográfico, Headhunters empieza en Escandinavia y termina en Yankilandia. Nada grave si lo que esperan es un espectáculo frenético, entretenido. La cuestión está en saber perdonar los mil y un giros de la trama. Headhunters funciona como placer culpable: va a tanta velocidad que el cerebro no tiene tiempo a digerir tanta información. Con la diferencia de que en Estados Unidos no harían escenas tan explícitas como ese momento escatológico en el baño. Headhunters no tardará en contar con un club de fans potente y la película lo merece. Eso sí: la magia dura poco, lo mismo que un viaje en una atracción de feria. De aquí que piense que Headhunters podría haber sido más de lo que es. Prueba de ello es que la película termina con la misma voz en off del principio, justo cuando el relato nos ha enseñado sus tripas y ha aireado todas sus dobleces y costuras narrativas. Pero si hay que mojarse, Headhunters merece la pena  por su sentido del espectáculo. El crítico que hay en mi la debería detestar. Y el cinéfilo que llevo dentro, el mismo que ve demasiadas películas en un tiempo insanamente corto, agradece que me zarandeen, que me saquen de la butaca y que me tiren por un acantilado. Por todo lo alto. A lo bestia. Sin cinturón de seguridad. Una de esas pocas veces en las que el bol de palomitas está más que justificado. Disfrútenla.


Nota: 6

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1 comentario:

Daniel Bermeo dijo...

Yo fui de los que salí encantados con la película. Me encanta cómo se dan los giros y toda esa información nos permite disfrutar la película y entretenernos con ella. Y vaya música!! Tiene sus agujeros, no todo es perfecto, pero sí que merece la pena como dices.

Un abrazo.