jueves, 12 de noviembre de 2009

LA CRUDA REALIDAD 5'5 / 10

La cruda realidad quiere seguir punto por punto el manual de la comedia perfecta. Sobre el papel, es una película tan sabionda, chulesca y descarada como el personaje de Gerarld Butler, un soltero de oro socarrón, picaflor y de lengua afilada. Como prima el calco al invento, la comedia contraataca con escena beso, escena pelea, escena reconciliación, escena revolcón en el ascensor, escena baile romántico y cuantos lugares comunes puedan imaginarse. Lo sorprendente de esta realidad paralela al buen cine, por muy entretenida que sea, es el histerismo que desprenden sus dos protagonistas. Cuesta creerse a una Katherine Heigl con la vena del cuello a punto de estallar, sobretodo si recordamos las dulces formas de su doctora Izzie televisiva. No hay duda que la nueva ambición rubia se esmera en su segundo papel cómico, pero cae en el histrionismo más descarado y molesto. La exageración, parte imprescindible de pastiches como este, es, a la vez, lo mejor y lo peor de la propuesta porque, aunque Heigl irrite, nos regala una escena bastante lograda: la acidentada cena con las bragas vibradoras mientras la heroína, mujer independiente pero tontorrona (nuevo paradigma de la comedia americana), se revuelca de dolor y de placer entre los dos maromos de la fiesta. He aquí el nuevo detalle que define La cruda realidad: un guión más escatológico de lo habitual, una nueva frivolización de la guerra de sexos que se debate entre el glamour y lo chabacano. Sea como sea, nada que valga los siete euros de la entrada. La descarga, a poder ser en versión original subtitulada, está más que justificada.




La cruda realidad es entetenida, algo evidente e irreprochable. La película, cual droga de efectos pasajeros, ameniza tardes otoñales con la misma eficacia que, por ejemplo, Algo pasa en Las Vegas, La proposición o Shopaholic. La diversión, pese a todo, no tiene nada que ver con la ética. La cruda realidad nos dice que, para ser felices, hay que tener pareja, éxito laboral e imagen física impoluta. El mundo de las apariencias, que da para charlas con mucho jugo, queda resuelta de forma obvia, descafeinada, falsa. El gran problema de La cruda realidad, como ocurre con casi todas las comedias norteamericanas de nuevo estreno, es que no se define ni como película gamberra ni como película totalmente blanca. La cruda realidad se sitúa entre la inocencia de Armas de mujer, clásico de los ochenta (mujeres ejecutivas en contínua guerra), y entre la sorna de algún título Apatow. Situarse en tierra de nadie siempre será recompensado con buenas taquillas, pero con malas críticas. He aquí la realidad más cruda: la película que es y la que pudo ser. E, irónicamente, el film permite que el público se olvide de la realidad y sucumba a la historia de siempre. El cuento de nunca acabar.

2 comentarios:

Jose Barriga dijo...

Yo la deje pasar en la cartelera -creo que hice bien, no me imteresa realmene verla, pero tu 5,5 -me parece algo alto, me intimida. Un saludo Xavier y feliz resto de semana.

Crowley dijo...

Lo cierto es que las comedias tan frívolas y facilonas no me llaman demasiado la atención.
Saludos