jueves, 20 de noviembre de 2008

OBRAS A REIVINDIAR: CUENTOS DE TERRAMAR (2006)


a Núria Sancho

Tenía mucha curiosidad por conocer el trabajo de Goro Miyasaki y la espera ha valido la pena. La crítica ha resaltado la seriedad formal, visual y narrativa del relato, además de sus excesos que (casi) hacen zozobrar el conjunto a minutos del final. Pero nadie ha destacado las cualidades de una historia amable que recoge y recicla muchas de las constantes del cine de Hayao Miyasaki: espíritu naturalista, debates morales y filosóficos, personajes con dobles nombres e identidades o una visión adulta sin abandonar pequeños guiños hacia el público infantil y juvenil, principal consumidor de estas películas. El comienzo es un tanto confuso y el final, casi homenajeando a la magna El viaje de Chihiro, peca de cantidad y subraya en demasía la ambivalencia del mensaje. Cuentos de Terramar es una ópera prima y el pequeño Miyasaki no lo esconde; tampoco es, pese a lo que pudiese parecer, una copia descarada de las obras de nuestro querido Hayao. Goro parece más interesado en recuperar la estética medieval de la literatura clásica fantástica y una narrativa cercana a Narnia y semejantes, si bien evitando las lacras y efectismos de la saga estadounidense. Cuentos de Terramar se sitúa en todo momento en el terreno de lo simpático, quizás porque el film prefiere ser simple en apariencia y no innovar demasiado a pecar de pedantería. Goro Miyasaki debe depurar el dibujo y la redacción de sus historias, pero todo indica que estamos ante el digno sucesor de Hayao Miyasaki, clásico viviente de obras capitales como Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke o El castillo ambulante. Reencontrarse con la familia Miyasaki siempre será un placer.

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