jueves, 19 de marzo de 2015

CRÍTICA | EL AÑO MÁS VIOLENTO, de J. C. Chandor



Familia, patria, mafia 
EL AÑO MÁS VIOLENTO (A MOST VIOLENT YEAR), de J. C. Chandor
EE. UU., 2014. Dirección y guión: J. C. Chandor Fotografía: Bradford Young Música: Alex Ebert Reparto: Oscar Isaac, Jessica Chastain, Albert Brooks, David Oyelowo, Christopher Abbott, Peter Gerety, Elyes Gabel, Catalina Sandino Moreno, Alessandro Nivola, Ashley Williams, John Procaccino, Glenn Fleshler, Jerry Adler, Annie Funk, Matthew Maher, David Margulies, Ben Rosenfeld, Pico Alexander Duración: 120 min. Género: Thriller, cine negro Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 19/03/2015
¿De qué va?: Nueva York, 1981. Para la historia de los Estados Unidos, uno de los años con mayores tasas de delincuencia y criminalidad. En ese contexto, un inmigrante intenta hacerse un hueco en el negocio de los transportes y la gestión de energías. Su ascenso social es inmediato, pero tras de sí deja una estela de corrupción, trampas y traiciones difíciles de enmascarar.


J. C. Chandor va camino de convertirse en uno de los directores más importantes de su generación. Con solo tres títulos (El año más violento, estreno hoy jueves, se suma a Margin Call y Cuando todo está perdido), Chandor ha demostrado una habilidad especial para servirse de géneros muy diferentes, confluir influencias artísticas de todo tipo y, sorprendentemente, crear un producto moderno y complejo. Por ello, El año más violento puede entenderse como una versión modernizada de los títulos más celebrados de Lumet, Coppola o Scorsese (o, lo que es lo mismo, del mejor cine negro norteamericano); y al mismo tiempo, en su profundo aroma clásico, el film se desvela como una descripción de la corrupción en todas sus dimensiones y repercusiones, estableciendo claros nexos con el panorama sociopolítico de nuestros días. 


En El año más violento no hay personajes unitarios o patrones de conducta identificables, sino grandes paletas de claroscuros, una gran nómina de ambigüedades; hay acción, pero no una acción vacía o recargada de efectos, al más puro estilo 'blockbuster'; hay un tempo lento, pero nunca cae en el letargo; hay introspección, y aún así en todo momento suceden episodios y se dicen palabras cargadas de significado. El año más violento forma parte de ese grupo extraño, reducido y genuino de películas en las que el espectador piensa constantemente sin darse cuenta, en las que la épica emana de un trabajo impecable de todos sus rubros, tanto técnicos como artísticos, sin que nada ni nadie desentone o eclipse el conjunto. Films, vaya, que apelan a lo atemporal para, tal vez, conquistar lo inmortal. 


Al menos para el que escribe, el parlamento de Jessica Chastain en la oscuridad del comedor de su mansión tiene la intensidad de los mejores monólogos del cine noir, el ataque nocturno a la casa tiene una perversión poco o nada explorada por el cine del S. XXI, la escena final está a la altura de las escenas más míticas del género, la persecución por las vías del tren se codea con el Pollack más lúcido, y las pugnas, los pactos y las tácticas dialécticas en despachos y restaurantes tienen el aroma del mismísimo Corleone. Admito ser el primero que en su momento no comprendió la nada desdeñable Margin Call, pero ahora, con El año más violento sobre la mesa, no me queda ninguna duda de que estamos asistiendo a la confirmación de una carrera superlativa, al despegue de un futuro genio. El año más violento tendrá sus puntos cuestionables (la crítica purista rebajará sus méritos: se codea con vacas demasiado sagradas, y lleva las de perder en cualquier comparativa cinéfila), pero mucho tienen que torcerse las cosas para que no figure entre las mejores películas del 2015.


Para espectadores con sensibilidad clásica que miran al futuro.
Lo mejor: Una Chastain carnívora. 
Lo peor: Su escandaloso ninguneo durante la ya clausurada temporada de premios.

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