martes, 15 de enero de 2013

Crítica de THE MASTER, de Paul Thomas Anderson

Con Sidney uno podía defender que Anderson no era más que un nuevo rostro nacido al calor del thriller dialogado de los 90 abanderado por Quentin Tarantino. Con Boogie Nights era fácil argumentar que Altman y Scorsese aparecían de forma recurrente en cada fotograma. Con Magnolia se podía defender que Anderson continuaba perfeccionando el relato coral con mensaje, pero dependiendo todavía de ciertas influencias. Con Embriagado de amor se intuía un doble propósito: recuperar el poso de los romances que filmaba el Old Hollywood y al mismo tiempo firmar una marcianada más de la nueva comedia yanki encabezada por Spike Jonze. Ante la incertidumbre que generó Pozos de ambición era requisito casi formulario citar el parecido de muchas escenas con Welles o Kubrick. Ahora, con The Master, seguimos teniendo la misma sensación de estupor, de nerviosismo, de extrañeza. Hay que hablar de Paul Thomas Anderson, tenemos que reseñar The Master y no sabemos por dónde empezar. Una cuestión que debe ser reveladora tanto de la grandeza del cine de Anderson como de la nada oficial de ciertos analistas. No debemos sentir miedo o vergüenza al reconocer que el cine de Paul Thomas Anderson nos sobrepasa y nos satura. Que nos gusta, o no, y que desconocemos el motivo de esa pasión o animadversión. Que a veces el arte llega a conquistar unas cimas tan remarcables que las palabras se vuelven vacías: es difícil intentar esbozar el argumento de The Master, resumirla, describir su fondo y forma, señalar la intención del autor. Porque el cine en mayúsculas se ve con el estómago, no con los ojos, y siendo un universo cerrado escapa a cualquier significación perfectamente delimitada. Porque ha llegado el momento de gritar de una vez por todas que el verdadero 'master' es Paul Thomas Anderson, y que su nueva criatura, The Master, es, ante todo, una película de Paul Thomas Anderson. A lo grande. Sin necesidad de citar otros nombres más que el de su propio responsable. Sin recurrir a otro cine de referencia que no sea el del mismo cineasta. 


Asumiendo que Boogie Nights y Magnolia estaban unidas por una estructura narrativa y estilo parecidos, The Master de la misma forma abre sus lazos de unión con la citada Pozos de ambición. Entendiendo a la vez que The Master no se parece ni a nada que haya hecho anteriormente Anderson ni a nada que hayamos visto antes en una sala de cine. Asumiendo que The Master va por otros derroteros y transita otros espacios y otros estados de ánimo: de ahí que su presencia en la cartelera y su discreta presencia en esta temporada de premios sea, cuanto menos, una rareza de nuevo difícil de catalogar. Y sobre todo: entendiendo que al celebrar la independencia y la madurez del cine de Paul Thomas Anderson asistimos a la proclamación de The Master como obra maestra indiscutible. Ya habrá tiempo para revisarla: por lo pronto su silueta nos pertenece, su histeria nos vampiriza, sus imágenes nos persiguen como recuerdos incómodos de una larga pesadilla. ¿Qué cuenta The Master? ¿Cómo es The Master? Ni idea. O tal vez sí. En esencia, asistimos al cuerpo a cuerpo de dos antónimos, dos seres que se quieren tanto como se odian, que establecen un vínculo, que mantienen un pulso. O no: es la crónica de una feminidad absolutamente enloquecida que controla el destino de los hombres desde la sombra. O no: es la concreción de dos símbolos hechos carne. O de uno: ese hombre contradictorio, arribista y generoso, fuerte y débil, bíblico y ordinario, que habita en todos nosotros. O bien pensado, un escenario histórico y mental de posguerra, del cambio constante, de fes y de influencias, de la eterna duda y la pérdida de certezas que llega hasta nuestros días. ¿Que qué es The Master? Déjenme que no lo sepa, porque disfruto rebobinándola mentalmente como diapositivas de un espejismo, nunca como reflejos nítidos. Lo único cierto es que The Master será la gran película del 2013, aunque estemos a mitades de enero y aunque quede mucho por visionar. Por lo pronto, The Master es el film que no deben perderse. La terrorífica experiencia que vive el cinéfilo hastiado cuando al salir de la sala oscura es atacado por una desasosegante sensación de lleno y vacío, tras sufrir un traslado extracorpóreo y a la vez hacia sus adentros, sintiéndose muy pequeño y al mismo tiempo conocedor de una revelación enorme. Un cine de la arqueología humana que deja mudo. Cine al fin y al cabo, algo preciadísimo e inusual en los tiempos que corren.


Para los que van al cine para no volver
Lo mejor: Pocos recitales interpretativos fueron tan tensos y épicos como el que nos brindan Phoenix y Seymour Hoffman.
Lo peor: Que se hable de sus excesos en términos de gratuidad o narcisismo, o quedarse en el morbo de su conexiones con la Cienciología.

Nota: 10

2 comentarios:

El Cortometrero dijo...

A los tiempos q no veía un 10 por aquí. Tengo q verla!! Muy buena crítica.

palitooo!! :3 dijo...

simplemente una obra maestra en verdad es imperdible c: sobretodo de ese Jaquin Phoenix , una actuación de esas memorables, sin quitarle crédito al increíble Seymour Hoffman