viernes, 21 de noviembre de 2014

CRÍTICA | EDEN, de Mia Hansen-Løve


La música que no cesa
EDEN, de Mia Hansen-Løve
Festival de San Sebastián: Sección oficial
Francia, 2014. Dirección: Mia Hansen-Løve Guion: Mia Hansen-Løve y Sven Hansen-Løve Fotografía: Denis Lenoir Música: VV. AA. Reparto: Félix de Givry, Pauline Etienne, Hugo Conzelmann, Roman Kolinka, Vincent Macaigne, Greta Gerwig, Laura Smet, Golshiften Farahani, Vincent Lacoste, Arnaud Azoulay Género: Drama Duración: 130 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en Francia: 19/11/2014
¿De qué va?: París, años 90. La música electrónica está en plena efervescencia. Los garitos de la capital son la mejor plataforma para las jóvenes promesas de la música. Paul está preparando su tesis, pero su actividad como DJ eclipsa su vida. Con la ayuda de un compañero forma el grupo Cheers. Tras un debut prometedor, su salto a la fama es meteórico: los grandes pubs de la capital quieren tenerlos como cabezas de cartel e incluso inician contratos y proyectos discográficos en el extranjero. Pero el tiempo pasa, las tendencias musicales evolucionan, y Paul, ya con treinta y tantos, deberá reinventarse.


A priori, Eden era una película poco o nada afín a los gustos de este blog: apetecía poco asistir a una sesión musical de más de dos horas con jóvenes en estado de euforia a base de beats y cervezas. Por suerte, Mia Hansen-Løve consiguió superar todas las expectativas y terminó brindando una de las sorpresas más gratas del último Festival de San Sebastián, a pesar de que el jurado decidiese dejarla fuera del cuadro de ganadores. La directora francesa, una de las voces más creativas e interesantes de la actualidad, ha diseñado su cuarta película a modo de homenaje a su hermano, un músico que vivió un periplo similar a la evolución que sufre el protagonista de Eden. Con todo, la cinta supera sus referencias personales, culturales y musicales, y se impone como una descripción mayor: el retrato de toda una generación de 'peterpanes' que se niegan a crecer, que viven el presente sin pensar en el mañana... hasta que el paso del tiempo da un vuelco a todo. 


Junto a todo lo dicho, Hansen-Løve hace gala de su repetido amor por los procesos creativos y artísticos: basta comparar Eden y su febril descripción de la pasión por la música y los tejemanejes de la industria musical con el peso que tiene el cine en el protagonista de El padre de mis hijos para darse cuenta que estamos ante dos films con bases idénticas, aunque en un principio pueda parecer que Eden, precisamente por remitir a una órbita juvenil, es mucho más intrascendente. Al fin y al cabo, los mejores directores son los que demuestran una gran capacidad de adaptación a distintos ambientes y personajes, siempre sin traicionar sus señas personales: eso es precisamente lo que define la escueta pero prometedora trayectoria de Hansen-Løve, y ese es además el detalle que hace de Eden una película tan especial. 


Hansen-Løve no es la primera ni la última que habla de los estragos del tiempo, pero la expresión de ese tiempo resulta muy singular. Su mensaje es crudo, nada rompedor, bastante obvio incluso, pero sorprende por su envoltorio. Formalmente, Hansen-Løve consigue que su película resulte chispeante, tan hipnótica como una noche en una sala de fiesta. El espectador se imbuye tanto del ambiente desfasado y nocturno que dibuja la película en sus espléndidos planos secuencia que a mitad del trayecto, cuando la película da un bofetón con la mano plana a su protagonista, cuando la narrativa pasa de la borrachera a la resaca, el quiebro resulta doloroso. Eden, en último término, habla de algo mucho más complejo: de cómo nuestras pasiones pueden paradójicamente eclipsar nuestras vidas, destruirlas, vampirizarnos; de cómo la búsqueda de ese edén utópico, de un hedonismo imposible, acaba por desvirtuar nuestro camino y distanciarnos de nuestra esencia. En resumen, Eden es una película aparentemente pequeña, pero rodada con estilo y sensibilidad. La mejor película de Hansen-Løve. Y estamos convencidos que en un futuro, tal vez en próximas ediciones de San Sebastián, Hansen-Løve conseguirá su obra maestra definitiva.



Para cinéfilos sin complejos.
Lo mejor: Es una película que no se ve: se está en ella.
Lo peor: Que se la despache como una sucesión de moderneces.

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