martes, 3 de noviembre de 2015

CRÍTICA | ASESINOS INOCENTES, de Gonzalo Bendala


Mátame suavemente
ASESINOS INOCENTES, de Gonzalo Bendala
España, 2015. Dirección: Gonzalo Bendala Guión: J.M. Asensio y Gonzalo Bendala Fotografía: Álvaro Gutiérrez Música: Pablo Cervantes Reparto: Maxi Iglesias, Aura Garrido, Manolo Solo, Lucho Fernández, Javier Hernández, Miguel Ángel Solá, Vicente Romero, Carlos Álvarez-Nóvoa, Teresa Arbolí, Alvar Gordejuela Género: Thriller Duración: 90 min. Tráiler: Link Fecha de estreno: 03/07/2015
¿De qué va?: Garralda está dispuesto a todo para que su profesor, el señor Espinosa, acceda a aprobarle. A cambio de poderse graduar, el joven acepta una oferta envenenada: debe matar a su maestro para que la mujer de éste pueda cobrar una cuantiosa suma de dinero de su seguro de vida. Garralda implica a sus amigos en el plan, aunque nada saldrá como estaba previsto.


Asesinos inocentes nos traslada directamente a cierto cine español de finales de los 90 que intentaba copiar las constantes del terror 'teenager' norteamericano. ¿Os acordáis de El arte de morir, Más de mil cámaras velan por tu seguridad o No debes estar aquí? Seguramente no. Asesinos inocentes tampoco dejará huella, pero sorprende que el novel Gonzalo Bendala apueste por una tipología de thriller juvenil poco o nada frecuente en nuestro cine. Tal vez por ello, el film resulta simpático y naïf aun cuando su historia se desarrolla de la forma más descabellada posible. Asesinos inocentes es una película facturada para delectación de los fans de sus actores (lo de siempre: treinteañeros de pasado y presente televisivo que interpretan de forma chapucera a 'púberes' universitarios), aunque a juzgar por su escasa repercusión en salas uno se pregunta si esos intérpretes cuentan con un club de acólicos lo suficientemente numeroso como para hacer mella en taquilla. Bendala se sitúa en un tono tan inocentón que difícilmente logrará engatusar a su público potencial, pero a su favor tiene cierto sentido del despropósito medido, con un ritmo que no desfallece (tal vez porque la trama tampoco hace falsas promesas a su audiencia) y una hora y media de metraje que nunca pesa. Eso, aunque el espectador tenga que soportar frases de guión risibles, escenas efectistas, una resolución que roza lo denunciable y momentos saqueados por una música la mar de machacona. El resultado final no dista demasiado de un telefilm veraniego, aunque no descartamos la posibilidad de que un selecto grupo de 'carpeteros' y 'forofos' se lo pasen pipa, bomba y fetén viéndola. Bien pensado, recuerdo haber disfrutado bastante con 11 años en las sesiones de Tuno negro y School Killer. ¡Eso sí que da un poco de vergüenza ajena!


Para adictos a los productos de Mediaset y Atresmedia.
Lo mejor: Miguel Ángel Solá, actor en mayúsculas rodeado de pipiolos.
Lo peor: ¿Por qué la película es tan oscura? A nivel cromático, me refiero. 

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