martes, 18 de octubre de 2011

Mejor película de Sitges 2011: RED STATE, de Kevin Smith

DIOS ODIA A LOS MARICONES
¿Qué hace un director como Kevin Smith, asiduo a la comedia gamberra, defendiendo una película de terror? Red State es totalmente coherente con la carrera de su autor ya que tiene las mismas dosis de mala leche y crítica social desaforada de Clerks, su gran éxito. En conexión con la sátira religiosa de Dogma, Red State mezcla elementos del thriller juvenil con la comedia de acción descacharrante, con un poco de descaro y otro tanto de Tarantino y Rodriguez en la batidora. La película sucede a toda velocidad, con momentos de auténtico delirio y siempre manteniéndose en un tono hiperbólico más incorrecto que sanguinario. El problema es que Red State, se mire por donde se mire, nos fijemos en su faceta de acción surrealista o en sus ramalazos de thriller con crítica social, funciona a medio gas. Le falta la garra de una buena trama irónica y el gancho de una buena película de acción. Todo queda muy diluido y descafeinado en este retrato de una comunidad religiosa terrorífica cuyo líder canta en sus sermones la persecución y el asesinato de los homosexuales. Red State tiene sus mejores escenas en esa especie de iglesia satánica, con un reverendo interpretando la Sagrada Escritura en clave sangrienta y una Melissa Leo abducida de cuerpo y mente. Pero uno espera que todo acabe con fuegos artificiales y carnicería festiva. Me hubiera gustado una película más banal, más ágil y más pringosa, si bien hay que reconocer que tiene una coherencia visual muy respetable y unas interpretaciones geniales. Demasiada metralla y poca chicha: de nuevo la ganadora del Festival de Sitges es una película bastante mediocre que poco o nada aporta al género fantástico, si es que nos decidimos a incluir Red State en esa etiqueta (más bien encajaría en la descripción de un híbrido con espíritu de grindhouse). La respuesta es clara: ¿que qué hace un director como Kevin Smith tras la cámara de Red State? Diseñar otra película promotedora que, como el resto de su filmografía, quedará muy pronto en el olvido. El rezo de 'que ardan los maricones en el infierno' (ojo, es cachondeo, no homofobia) merecía un producto más pasado de vueltas.


Nota: 5

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