jueves, 28 de marzo de 2013

Crítica de LA CAZA (JAGTEN, THE HUNT), de Thomas Vinterberg

Ninguna cinematografía se interesa tanto por el sentimiento de culpabilidad del hombre occidental y moderno como la danesa. De hecho, no existe un cine más comprometido, punzante y absolutamente libre que el danés, todo ello gracias a un grupo de autores, actores, guionistas y productores, la mayoría reunidos en torno al sello Zentropa, que extienden su mensaje en los festivales y las salas de medio mundo. La caza puede verse simplemente como un intento más por parte de Vinterberg de provocar e incomodar al espectador, una sensación que no consigue, al menos no de forma unánime, desde Celebración (Festen). La caza revitaliza el cine de su director, pero la película hay que situarla dentro de toda una corriente, el cenit que está viviendo el cine nórdico de los últimos años. Se hace necesario, por lo tanto, empezar a reivindicar el Dogma 95, tan vilipendiado por ciertos sectores, ya no como corriente ética, estética y narrativa sino como fundadora de toda una generación de artistas que años después, sin el sello y el bombo mediático del movimiento, siguen moldeando las directrices del cine del ahora. Viendo La caza uno no puede desprenderse de todo el bagaje de historias de Bier, Fly, Jensen u otros, e incluso Dogville de Lars von Trier vuelve a la memoria como el gran fresco de las oscuridades humanas, la película troncal de la que emergen cual ramas cintas como la que ahora se estrena. Todos estos nombres y títulos comparten una visión desencantada del mundo, y mientras unos ven en ellos cine en estado puro otros critican cierta carambola narrativa, tensión de los mimbres ficcionales y manipulación. Dos visiones que conviven en más o menos armonía, ambas de forma más o menos legítima, y que vuelven a emerger a la superficie al hablar de La caza.


A Vinterberg pueden echársele en cara muchas cuestiones porque su historia está trufada de trucos. A grandes rasgos, estamos ante el sufrimiento de un buen hombre acusado de abusar sexualmente de una menor, una calumnia atroz que le condena ante todos los miembros de la pequeña comunidad donde vive. Una premisa dura no exenta de adornos: el hecho de que el protagonista sea profesor de guardería, que la presunta víctima tenga ciertos lazos con el personaje y que todo quede contado en un contexto de inestabilidad familiar (el protagonista lucha por conseguir la custodia de su hijo) son directrices previstas por el guion para causar mayor impacto en la audiencia, dibujando a conciencia un via crucis emocional con tal de potenciar la empatía del espectador, incomodándolo sin llegar a índices traumáticos, provocando pero sin caer en la incorrección absoluta.


Lo dicho será suficiente para que muchos deserten de la sala, como hacen, y están en todo su derecho, con el citado Von Trier y compañía. Pero La caza esconde otra verdad, totalmente sutil, enteramente cinematográfica: la que emana todo su reparto, o la que destilan algunas escenas absolutamente brillantes como el encuentro en la iglesia o la impactante pelea en el centro comercial. La caza, en definitiva, es un viaje casi hipnótico a la boca del lobo, y de ella se sale absolutamente tocado y hundido, consternado, avallado y asustado. ¿Que Vinterberg dispone los tiempos y los caracteres de su criatura a su favor? Sí, algo tan cierto como legítimo. Porque lo que queda es una lección de cine áspero y valiente. De nuevo, dispuesto a alumbrar, que no dar a solución, a las miserias humanas. Otra vez preocupado por las imperfecciones del sistema, ese que parece no tener resquicios en la parte norte de Europa. Una variación más, en definitiva, de esa historia de culpa (de quien maltrata, de quien acusa sin pruebas) que el cine de Dinamarca y alrededores viene contándonos desde hace unos años. De ahí que el final de La caza, con un Mikkelsen consternado, funcione como un aviso doble: el personaje no conseguirá resarcirse de la condena, y al mismo tiempo el cine danés volverá a contarnos lo que queda tras el silencio del disparo en próximas producciones.


Para los que quieran saber de qué somos capaces los humanos.
Lo mejor: Mikkelsen y Bo Larsen, inconmesurables.
Lo peor: No ir más allá del umbral de la supuesta manipulación.

Nota: 7'5

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4 comentarios:

Marcelo Cafferata dijo...

Sinceramente me parecio genial. Una de las mejores peliculas que he visto en mucho tiempo.

Quien haya vivido el dolor de una mentira que se esparce sin freno, sabe que la justicia llega tarde y cuando el daño ya está hecho.

La posibilidad de Vinterberg de manipular las emociones ya ha quedado demostrada en "Submarino" o en la misma "La Celebración". En ese caso vuelve a desplegar su arte en un relato que se atraviesa con un permanente dolor de estómago y una horrible sensación de impotencia.
Mientras, al mismo tiempo, al estilo Hitchcock, un hombre tan integro puede tener sus zonas oscuras y esta tensión agiganta el relato.

Sencillamente una verdadera joya.

Marcelo Cafferata dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rocío Flores dijo...

Ví esta película imaginando las posibilidades de lo que vendría, a razón de todas esas disposiciones que una corriente engendra en su momento. La disfruté de veras. El personaje nunca logra su libertad a pesar de que la comunidad lo decide "perdonar". Queda la niña y el deseo por crear drama en un lugar donde nunca ocurre.

Aprecio tu reseña.

RATATOUILLE dijo...

Una molt bona pel·lícula que alegra la cartellera. No ho dic per la temàtica sinó per la qualitat i la necessitat de cinema de qualitat que tenim alguns pobres espectadors.
M'alegra que la productora Trier segueixi protegint aquests projectes. De totes maneres he recordat Submarino del mateix Vinterberg i penso que és encara millor.