domingo, 21 de abril de 2013

Crítica de EVELYN, de Isabel de Ocampo

Con Miente, cortometraje ganador del premio Goya, la cineasta Isabel de Ocampo nos acercaba el mundo del tráfico ilegal de mujeres. La investigación que De Ocampo realizó para esa historia ahora queda ampliada en Evelyn, su primer largometraje, que ha vuelto a contar con el beneplácito de los académicos al recibir la nominación al Goya a la mejor dirección novel. La premisa de Miente se mantiene intacta, aunque en esta ocasión la protagonista es una peruana que llega a España engañada y que es encerrada en un prostíbulo cerca de la frontera con Portugal. De Ocampo se pone del lado de la víctima, como no podía ser de otra manera, y nos hace partícipes del sufrimiento de su criatura. La película es una crónica angustiante de alguien a quien le han usurpado su identidad, representada simbólicamente en un cambio de nombre (de Evelyn a Jazmín, su mote como chica de compañía), y por encima de todo su integridad (De Ocampo consigue que sintamos en nuestra piel el sufrimiento de la chica al dejarnos ver únicamente lo que Evelyn puede otear desde su cuarto). Una película potente básicamente por el tema que trata: en este sentido, puede decirse que filma la bajada a los infiernos de la protagonista con certeza pero también con cierta recreación en lo feísta, casi a imagen y semejanza de un Lars von Trier local, aunque menos diestro que el danés. Logra su objetivo: ficcionando una realidad más cercana y cruda de lo que creemos consigue que los ecos de la injusticia reverberen en el espectador. Pero como película no puede evitar desvelar la pobreza de estilo y lenguaje propia de una ópera prima: De Ocampo monta el relato con demasiados subrayados en forma de fundidos a negro o imágenes del letrero exterior del prostíbulo, mientras que un cineasta curtido sabría hacernos llegar la gravedad de su mensaje de una forma más depurada. Evelyn rebosa coraje y verdad, pero le falta cine. Es, eso sí, la presentación de una autora singular que entiende el arte como un proceso de creación pero también de compromiso, investigación y conciencia del mundo donde vivimos. El cine español necesitará a De Ocampo para ampliar los límites de un cine social cañí con tendencia a lo manido: le deseamos mucha suerte.


Para saber el triste estado de las cosas.
Lo mejor: Sabe mover conciencias.
Lo peor: Le falta empaque.

Nota: 6

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