sábado, 31 de octubre de 2015

CRÍTICA | LA VISITA, de M. Night Shyamalan


Shyamalan returns
LA VISITA (THE VISIT), de M. Night Shyamalan
EE. UU., 2015. Dirección y guión: M. Night Shyamalan Fotografía: Maryse Alberti Reparto: Olivia DeJonge, Ed Oxenbould, Deanna Dunagan, Peter McRobbie, Kathryn Hahn, Celia Keenan-Bolger, Samuel Stricklen, Patch Darragh Género: Terror. Metraje encontrado. Comedia negra Duración: 95 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 11/09/2015
¿De qué va?: Desde que años atrás se dejaran de hablar, una mujer retoma el contacto con sus padres, ya ancianos. Para sellar esa reconciliación, los dos nietos pasan una semana solos con sus abuelos. Los niños contactan con la madre vía Skype y todo parece transcurrir sin altibajos. Al llegar la noche, los abuelos empiezan a tener comportamientos extraños que espantarán a los chavales.


El director M. Night Shyamalan ha sufrido la campaña de escarnio crítico más feroz del cine contemporáneo. El desorbitado éxito a finales de los 90 de El sexto sentido dio, al menos en apariencia, cierta legitimidad a todos aquellos que, con cada nuevo estreno del cineasta, querían quitarle la banda de referente del nuevo cine fantástico. Pero ni Shyamalan demandó ese honor ni los argumentos de sus detractores sirvieron para bajar al director de su pedestal. Ni El sexto sentido era la película revolucionaria que se escribió en su día ni El incidente, por citar al azar una de sus cintas, era una obra carente de atractivos. El tiempo pasa, las palabras se las lleva el viento y las películas quedan; y mientras tanto, Shyamalan ha ido dando tumbos, intentando defenderse como ha podido de la euforia de unos y de la intransigencia de otros. La visita, su nuevo trabajo, supone en este sentido un 'reseteo' interno, no tanto a nivel temático como formal: estamos ante lo que la industria norteamericana llamaría una película de escaso presupuesto, bajo unos parámetros tan conocidos como los del 'found footage', con pocos actores y contadísimas localizaciones. Shyamalan debió pensar que, al aligerarse de imperativos comerciales, podía seguir dando rienda suelta a su cuestionado talento con una estrategia que limitase al máximo las pérdidas económicas propias y de segundos. Pues bien: la jugada le ha salido redonda. Vaya, que la inquina y el respeto que la órbita cinematográfica siente hacia Shyamalan seguirá en pie durante mucho tiempo. Para disgusto de muchos cronistas. En beneficio, y eso es lo que importa, del séptimo arte.


La visita está protagonizada por dos hermanos, una adolescente con ínfulas de directora de cine amateur y un niño aficionado a la música rap, que se disponen a pasar una semana en la granja de sus abuelos. En este marco, como cabía esperar, empiezan a insertarse elementos inesperados que estallan en un medidísimo tramo final. Shyamalan vuelve a demostrar su afinidad por los personajes indefensos, casi siempre de corta edad, y convierte La visita, a priori un film de efectos visuales y sonoros al más puro estilo 'blockbuster', en una interesante exploración de los traumas de sus jóvenes protagonistas. Allá donde Hollywood incidiría en las actitudes extrañas de los abuelos, Shyamalan prefiere explicar cómo afectan esos episodios en sus inestables protagonistas, y lo hace mediante la comedia negra, el recurso de 'cine dentro del cine' e insertos de una ironía realmente brillante (por ejemplo, el hilo musical que se escucha en el reencuentro final). Además, el giro de trama (o mejor: ese secreto que da un nuevo sentido a la historia y que no podemos explicar) es tan sencillo, tan efectivo y, en el fondo, tan coherente con lo que Shyamalan está contando que, de nuevo, da la sensación de que La visita, más que una película de terror, es un título que recurre a los parámetros del cine fantástico para explicar lo que en esencia no deja de ser un drama sobre la familia, la identidad y la (auto)aceptación. Justamente lo que eran y aquello de lo que hablaban, para quien quiera verlo, cintas como El protegido, Señales y El bosque. En resumen, La visita debe interpretarse como un golpe de autoridad por parte de Shyamalan, pero no como un regreso a la primera división cinematográfica: el director siempre jugó en esa liga. Y quien escribe, sigue viendo a Shyamalan como un Spielberg que tocó el cielo demasiado pronto y al que no le han dejado desarrollar su carrera con la calma que precisaba. Al menos La visita deja claro que Shyamalan es un director militante que, por fortuna, no dejará que ningún productor o crítico de turno le corte las alas. La visita, aunque no lo parezca, vuela muy alto.


Para defensores y detractores de Shyamalan 
capaces de tragarse sus propias palabras.
Lo mejor: Su sentido del humor.
Lo peor: Tal vez le cuesta desatarse en sus momentos más tensos.

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