lunes, 13 de mayo de 2013

Crítica de KILLER JOE, de William Friedkin

El director ganador del Oscar por French Connection y autor de la mítica El exorcista se desmarca con Killer Joe, uno de los títulos que más ha dado que hablar del reciente panorama indie norteamericano. Inesperadamente a lo que se podría esperar de un nombre curtido en el thriller clásico, Killer Joe es una bizarrada de cuidado que bebe de muchos estilos e influencias. La película, precisamente por esa mezcla de referentes, se disfruta casi por entero. La trama arranca evocando los hermanos Coen, con una historia criminal con moraleja subterránea y personajes ligeramente estúpidos pero entrañables. Con todas las cartas sobre la mesa, el film recuerda la violencia verbal y visual de Andrew Dominik con un empaque bastante áspero y misterioso. Y aunque gran parte del metraje funciona por el innegable gancho del cine gangsteril (la venganza, la desesperación de un chico que necesita saldar sus deudas, el descabellado plan que termina por empeorar las cosas... todo sigue el viejo manual de la cinta que todos hemos visto en centenares de ocasiones), la película acaba perdiendo fuelle, y llega a las puertas de su resolución bajo mínimos, sin gasolina, totalmente desnuda y hueca: el dilatado plano final parece imitar el estilo y la intensidad de un Tarantino en ciernes, pero de todo el parlamento y el derroche de sangre de los últimos minutos solo se extrae un fresco tan desagradable como gratuito. El gran problema de Killer Joe, lugares comunes aparte, es su incapacidad por impactar al espectador: el conjunto resulta exagerado e inverosímil porque Friedkin lo rueda todo de una forma lacónica y apática, sin dar dimensión a la locura y humanidad de sus personajes, algo que hecha por tierra el gran esfuerzo interpretativo de todos sus actores, en especial Matthew McConaughey. Una pena: Killer Joe, aunque cuenta con escenas potentes, cierta atmósfera y algún giro notable, deja la sensación de haber asistido a una película irregular, poco consistente y lastrada por la manía de cierto cine underground de querer resultar lo más raruno posible. Una oportunidad más para comprobar que la ironía fina, la crítica social, la dimensión humana y la efectividad de thriller clave como Fargo, obra redonda o casi redonda, es muy difícil de conseguir.


Para degustadores del cine negro yanki.
Lo mejor: La entrega de sus actores.
Lo peor: El guionista no trabaja a la misma intensidad que sus intérpretes.

Nota: 5'5

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