viernes, 27 de febrero de 2015

CRÍTICA | P'TIT QUINQUIN (LI'L QUINQUIN), de Bruno Dumont


El (sur)realista mundo de P'tit Quinquin
P'TIT QUINQUIN (LI'L QUINQUIN), de Bruno Dumont
Francia, 2014. Dirección y guión: Bruno Dumont Fotografía: Guillaume Deffontaines Reparto: Alane Delhaye, Lucy Caron, Bernard Pruvost, Philippe Jore, Corentin Carpentier, Julien Bodard, Baptiste anquez, Lisa Hartman, Frédéric Castagno, Stéphane Boutillier, Philippe Peuvion, Céline Sauvage, Jason Cirot, Cindy Louguet, Camille Cordonnier Género: Thriller, policíaco, comedia negra Duración: 200 minutos (4 capítulos de 50 minutos) Tráiler: Link
¿De qué va?: Una ola de extraños crímenes azota con fuerza un pequeño pueblo costero de Francia. Es verano, los niños juegan en el campo y en las calles, los mayores se preparan para las fiestas estivales y un equipo de la policía, liderado por un excéntrico investigador, da cuenta de los horrores que rodean el lugar. La aparición de un cadáver cercenado en las entrañas de una vaca enciende todas las alarmas: ¿se trata de la obra de un asesino despiadado, de un ajuste de cuentas entre los lugareños o de una broma de mal gusto?



Reconozco que, antes de visionar P'tit Quinquin, desconocía la obra de Bruno Dumont. Obviamente sabía de su predicamento entre las élites críticas, pero sólo me había interesado por Camille Claudel 1915, motivado sobre todo por la presencia de Juliette Binoche como actriz principal (título, por cierto, poco remarcable). Con estos antecedentes, y aunque tuve ocasión de visionar los 200 minutos de P'tit Quinquin en San Sebastián y en Sitges, preferí apostar por otras opciones (al fin y al cabo, 200 minutos son muchos, demasiados cuando se está inmerso en el fragor de un festival). Ahora, tras ver la miniserie tal y como la concibió su autor, en cuatro episodios de 50 minutos, no puedo más que alegrarme de esa decisión, porque P'tit Quinquin es una obra singularísima que precisa un visionado atento y una digestión lenta. Gana, vaya, en la pequeña pantalla, en las distancias cortas, entendiendo cada una de sus partes como una minipelícula, con ese interés nervioso que acompaña a la espera entre capítulo y capítulo. ¿Sucede lo mismo con las demás cintas del señor Dumont? Este 2015 lo comprobaré.


Muchos han resumido P'tit Quinquin como la descripción de una investigación policial, pero en verdad el elemento criminal (unos cadáveres humanos que aparecen en las entrañas de unas vacas muertas) sirve de excusa para ofrecer algo mayor: un fresco entre humano y irónico de, intuímos, una Francia oculta, la de los ch'tis sobre los que ironizaba Danny Boon en Bienvenidos al norte, en la que casi nunca parece suceder nada remarcable. Dumont parodia unos seres marcados por el inmovilismo y unos ambientes rudos que sumen a sus habitantes en una especie de letargo vital. Pero Dumont nunca ridiculiza a sus criaturas: todos los personajes, desde los policías zarrapastrosos al grupo de chavales que comanda el 'quinquin' del título, están recorridos por un halo de humanidad inconmensurable, por una veracidad difícil de calibrar. El surrealismo del conjunto, en otras palabras, choca con la sensación de estar asistiendo a algo auténtico, por no decir ante un simulacro de documental rodado en el país del onirismo. Fuerzas que, a la postre, dotan a P'tit Quinquin de una extraña personalidad, de un atractivo bizarro; de una comicidad perversa, o de una perversión cómica, según se mire.


Sólo un aspecto me distancia de la atmósfera que consigue Dumont: la intuición de que, al apelar a cuestiones muy locales, parte del humor y de los dobles sentidos de este P'tit Quinquin pasan fácilmente desapercibidos para un público que desconozca la región donde acontece la trama (o lo que es lo mismo, para casi todos nosotros). Tal vez por eso uno espera que la serie, en contra de su naturaleza, se rebele en su resolución como un enigma cerrado; y tal vez por este motivo, cuando la serie toma los derroteros finales que debía tomar, nos quedamos con el pálpito bastante molesto de haber entendido sólo una pequeña parte de algo mayor. No descarto el hecho de que esa pieza del puzzle que no supe encontrar sea la clave para que P'tit Quinquin, personalmente un producto notable, pueda ser apreciada como una obra maestra, justamente el calificativo que ha recibido por parte de la 'troupe' de Cahiers du cinéma. O tal vez la popularidad de la serie se debe, simplemente, a la peligrosa y cada vez más extendida tendencia al 'gafapastismo' injustificado, a premiar lo raro simplemente por su rareza (y no por su trascendencia). Sea como sea, P'tit Quinquin ha renovado mi interés por la obra de Dumont. Dibuja escenas, personajes y planos que atesoraremos durante bastante tiempo. Una serie diferente para un público arriesgado. Un título que engrandece el cine y la televisión de nuestros días.


Para los que sueñan con un Twin Peaks con sabor francés.
Lo mejor: El cásting al completo.
Lo peor: Se sigue con interés, pero se entiende a medias.

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