viernes, 6 de diciembre de 2013

Crítica de CLUB SÁNDWICH, de Fernando Eimbcke

Club Sandwich es un ejemplo de que el cine a veces no precisa de grandes historias, sino de pequeñísimas anécdotas contadas con cariño y total naturalidad. Esas son las claves del film que dio a Fernando Eimbcke el premio al mejor director en el Festival de San Sebastián, una historia mínima repleta de encanto que nos cuenta las anodinas vacaciones de una madre y su hijo en un hotel. Aunque no es la temporada estival, los dos van de su habitación a la piscina y de la piscina al restaurante, sin demasiado que hacer y todavía menos que decirse. La entrada en escena de otra huésped, una adolescente que comparte soledad y aburrimiento con los protagonistas, trastoca la relación familiar, y mientras el chico se debate entre sus pulsiones sexuales, la madre juega a controlar a la pareja de tortolitos. Club Sandwich es la historia de dos juegos, de dos cortejos femeninos que se expresan de forma diferente pero que de alguna manera confluyen y colisionan. De la permisibilidad de la madre, en cuya actitud seguramente se esconde la necesidad de otro referente masculino en su vida, y de la inocencia puber, con los personajes en celo besándose y tocándose aprovechando las miradas despistadas de los mayores, media una cuestión de edad, pero en esencia ambas son dos actitudes humanas, filmadas con inteligencia cómica, propias de seres que necesitan llamar la atención y reivindicarse en un mundo gris sin atractivos ni motivaciones. Tras los ochenta minutos de Club Sandwich, uno tiene la sensación de haber asistido a las interioridades de sus personajes y de haber disfrutado de unos días de asueto que nos hacen recordar esas colonias veraniegas donde nos enamoramos por primera vez. Club Sandwich gana al recordarla y tiene la magia de esas historias con las que el espectador se identifica quiera o no. Una de las sesiones más luminosas de Donosti 2013.


Para interesados en saber lo que ocurre cuando no ocurre nada.
Lo mejor: La escena del juego del castigo.
Lo peor: Que se interprete como una historia excéntrica sin más.


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Nota: 7

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