martes, 3 de abril de 2018

CRÍTICA | TODO EL DINERO DEL MUNDO, de Ridley Scott


Entre la familia y la fortuna
TODO EL DINERO DEL MUNDO
Nominada al Bafta y Óscar al mejor actor secundario. 3 candidaturas a los Globos de oro
EE. UU., 2017. Dirección: Ridley Scott Guión: David Scarpa, a partir del libro de John Pearson Música: Daniel Pemberton Fotografía: Dariusz Wolski Reparto: Michelle Williams, Mark Wahlberg, Christopher Plummer, Romain Duris, Charlie Plummer, Timothy Hutton, Charlie Shotwell, Andrea Piedimonte, Marco Leonardi, Roy McCrerey, Kit Cranston, Maya Kelly, Stacy Martin, Olivia Grant, Adam Astill, Andrew Buchan, Charlotte Beckett, Francesca Inaudi, Giulio Base, Olivia Magnani, Maurizio Lombardi Tráiler: Link Género: Thriller Duración: 130 min. Fecha de estreno en España: 23/02/2018
¿De qué va?: Roma, 1973. John Paul Getty III, adolescente de 17 años, es secuestrado. Su abuelo, uno de los hombres más ricos del mundo, cree que todo es un montaje de su familia para quitarle su fortuna y contrata a un agente para que investigue el caso. Con el paso de los días, el policía se convierte en el brazo derecho de la madre del chico, que hará todo lo posible para que Getty pague los millones que piden los captores.




Los que lean estas líneas y tengan cierta edad puede que recuerden el mediático secuestro de John Paul Getty III, el nieto de un millonario magnate del petróleo que, según la leyenda, no quiso pagar el rescate. Ridley Scott, en uno de los periodos más desnortados de su carrera, vuelve al caso de los 70 con Todo el dinero del mundo, una película que, pese a su potente premisa, está destinada a pasar a la historia por motivos extracinematográficos: primero, por la decisión de eliminar del montaje a Kevin Spacey tras sus escándalos sexuales y sustituirlo por Christopher Plummer, que rodó sus escenas en un tiempo récord; segundo, por la polémica diferencia salarial entre Mark Wahlberg y Michelle Williams, para más inri en el año de la reivindicación femenina y el Times Up; y tercero, por la solitaria y muy simbólica candidatura al Óscar de Plummer, una mención que, según la picardía de cada uno, puede leerse en clave de premio o de castigo para la película. Al final la realidad se impone a la ficción, y no precisamente en el sentido que tenía previsto el señor Scott. Todo el dinero del mundo demuestra que Hollywood es capaz de todo con el fin de no perder notoriedad y, sobre todo, dinero. El abuelo ricachón que vemos en pantalla no da menos miedo ni ostenta menos poder que un directivo de la industria del cine, ni resulta arbitrario que un personaje tan prescindible como el de Wahlberg, a efectos de promoción, sea el cabeza de cartel de la película. Con o sin oreja cercenada de por medio.


Pero la cantinela de que "poderoso caballero es don dinero" no sirve para explicar que la cinta, pese a sus aciertos, es una obra muy descompensada. Al talonario lleno de ceros súmenle una recreación de época grisácea, tal vez por una digitalización excesiva de los fotogramas; un guión bastante errático, mezcla extraña de géneros muy diversos, por mucho que la historia se vea sin sobresaltos; y por la desacertada decisión de dejar fuera de foco los pasajes más estimulantes del affair Getty: por ejemplo, la subtrama mafiosa (con la que Scott evidencia, aunque intente demostrar lo contrario, que está muy lejos del mejor Coppola o Spielberg) o la explicación de qué sucedió a posteriori con la fortuna familiar tras el fallecimiento de Getty (dato que demuestra que la historia, por extensa, se hubiera adaptado mejor a un formato de miniserie que de largometraje). Con todo lo dicho, la película que resulta es un ejercicio aceptable, ni muy deficiente ni muy apasionante, comercial pero tampoco en exceso, que difícilmente aguantará un par de semanas en la retina de sus espectadores. Queda, eso sí, el olor a billetes recién impresos y la evidencia de que Scott, que atinadamente no quiso participar en la secuela de Blade Runner, bien merece una retirada, temporal o permanente, a Italia o a donde quiera.


Para fieles a los thrillers de sobremesa.
Lo mejor: Williams, Plummer y Duris, pese a todo, son grandes intérpretes.
Lo peor: La molesta sensación de que lo que sucede en pantalla te importa más bien poco.


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