jueves, 19 de octubre de 2017

CRÍTICA | EL MUSEO DE LAS MARAVILLAS (WONDERSTRUCK), de Todd Haynes


Fábula a dos tiempos (y a medio gas)
EL MUSEO DE LAS MARAVILLAS (WONDERSTRUCK)
Festival de Cannes: Sección oficial. Festival de San Sebastián: Sección Perlas
EE. UU., 2017. Dirección: Todd Haynes Guión: Brian Selznick, a partir de su novela homónima Música: Cartel Burwell Fotografía: Edward Lachman Reparto:  Oakes Fegley, Julianne Moore, Michelle Williams, Amy Hargreaves, Cory Michael Smith, Marko Caka, James Urbaniak, Hays Wellford, Morgan Turner, Jaden Michael, Ekaterina Samsonov, Raul Torres, Millie Simmonds, John P. McGinty, Mark A. Keeton Género: Fantasía. Drama Duración: 120 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 02/03/2018


¿De qué va?: Años 20. Rose quiere estar junto a su madre, que trabaja como actriz. Años 70. Ben quiere saber qué se esconde tras la muerte de su padre. Ella lee un artículo en el periódico y él encuentra un libro en el desván de su casa. Las pistas de ambos les llevarán a Nueva York.


Como acreditan sus treinta años de carrera, Todd Haynes es uno de los directores que mejor ejecuta el cine de época y que en sus historias inserta con mayor eficacia referencias de la cultura popular, ya sea ésta de naturaleza conceptual, visual o musical. Su pericia se demuestra una vez más en los fotogramas de El museo de las maravillas, fábula que une los caminos de dos niños sordos en dos tiempos distintos que desean encontrar las respuestas de su pasado familiar en pleno bullicio de la ciudad de Nueva York. Haynes hace suya la ingenuidad de sus protagonistas y filma el universo que se despliega ante sus ojos con fascinación, saltando intermitentemente del blanco y negro a los colores chillones de los 70, de músicas ya existentes a cortes instrumentales de finalidad atmosférica. El ejercicio de estilo es notable, estamos también ante un producto único en su especie, y aún así da la sensación de que Haynes apenas llega a contagiarnos la festiva fantasía que debería irradiar la película. Incluso comete uno de los errores más graves posibles: dejar una de sus líneas narrativas a la deriva más absoluta (la trama de la década de los años 20 discurre apenas como complemento de la historia central). Torpezas que confluyen en un final que, tras sumirnos en una gramática silente, opta por sobreexplicar las relaciones de los personajes, cayendo incluso en terrenos lacrimógenos. ¡Hasta los niños resultan por momentos antipáticos! En resumen, y sin poder considerar El museo de las maravillas una mala película, sí supone una pequeña involución en el compendio delicado y sinestésico que es la filmografía de Haynes, aunque el cinéfilo encontrará un amplio catálogo de hallazgos para disfrutarla (quien escribe destaca su cita al cine mudo, la visita al museo científico o esos títulos de crédito con lenguaje de signos). Singular y meritoria, pero, a la postre, anecdótica.

 
Para alimentar el niño que llevamos dentro.
Lo mejor: Tiene una de las direcciones artísticas más interesantes de la temporada.
Lo peor: Sus quince minutos finales.



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