jueves, 9 de febrero de 2017

CRÍTICA | JACKIE, de Pablo Larraín


La viuda de Norteamérica
JACKIE, de Pablo Larraín
3 nominaciones a los Óscar y Bafta. Festival de Venecia: mejor guión
EE. UU., 2016. Dirección: Pablo Larraín Guión: Noah Oppenheim Fotografía: Stéphane Fontaine Música: Mica Levi Reparto: Natalie Portman, Peter Sarsgaard, Greta Gerwig, Billy Crudup, John Hurt, Richard E. Grant, Max Casella, Beth Grant, Caspar Phillipson, John Carroll Lynch, Julie Judd, Sara Verhagen, Sunnie Pelant, Hélène Kuhn, Deborah Findlay, Corey Johnson Género: Drama. Biopic Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 17/02/2017
¿De qué va?: La primera dama estadounidense hace frente a la pérdida de su esposo ante la atención de todo el país. Esta es la crónica de los días posteriores al 22 de noviembre de 1963, fecha del asesinato de John Fidgerald Kennedy. 



Ni el cine comercial es para el público generalista ni el cine llamado "de autor" se dirige tan solo a minorías selectas. Con todo, esas etiquetas "están ahí", pululando en el imaginario de espectadores, realizadores y cronistas diversos. El chileno Pablo Larraín parece estar de acuerdo con el tópico, y tal vez por ello su filmografía se está convirtiendo en una ristra de película ingratas, harto inaccesibles, desagradables "por defecto". Como si, con el fin de rebajar la sensiblería de sus tramas, no quedara otra que comportarse con la frialdad técnica de un cirujano. Craso error. Esa fórmula ya afectaba a El club, cuyas ansias de provocación ensombrecían su discurso sobre la religión y los abusos de sus participantes. Neruda también adolecía de esos principios, y tal vez por ello el "no biopic" del escritor chileno más famoso del siglo pasado era un ejercicio de desmitifación y de metacine... y, a la postre, de nada de todo lo dicho. Jackie, la entrada del enfant terrible del cine latino en el mercado norteamericano, presenta los mismos problemas. Quiere ser un retrato de la señora Kennedy tras el asesinato de su marido, pero de ella sólo se intuye una suma de momentos inconexos, más postizos que verdaderamente dolorosos. El director ve a su protagonista desde la lejanía, filmando "el personaje" sin adentrarse en "la mujer". No se explican hechos, ya que el metraje es una concatenación de estampas fúnebres, con un envoltorio formal de lo más ampuloso. La impostura también acaba empañando el trabajo de Natalie Portman: al fin y al cabo, por mucho que la actriz dé todo su oficio y confiera dignidad a su Jackie Kennedy, es inevitable no pensar que la intérprete está "haciendo de...". En definitiva, de esta Jackie cuesta retener alguna escena memorable o un mínimo fotograma cargado de emoción. Es más: tras los títulos de crédito finales, la sensación es que estamos ante un film que no se ha terminado de visionar, seguramente porque Larraín expulsa a propósito a su audiencia de las interioridades de la trama. Y si el verdadero conflicto reside en ver a la estrella de Cisne negro caminando compungida por la Casablanca cual anuncio retro de perfúmenes, ya sea con blusas ensangrentadas o semidesnuda, nadie debería extrañarse de que muchos pongamos en duda la competencia de Larraín a la hora (re)crear historias de cierta complejidad.


Para espectadores que encuentran enjundia hasta en la mismísima nada.
Lo mejor: El esfuerzo, ni exitoso ni baldío, de Portman.
Lo peor: Que su introversión se confunda con originalidad.

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