lunes, 4 de abril de 2016

CRÍTICA | EL VIOLÍN ROJO, de François Girard


La vida secreta de los instrumentos
EL VIOLÍN ROJO (THE RED VIOLIN, LE VIOLON ROUGE), de François Girard
Óscar a la mejor banda sonora original. 8 premios Gennie de la Academia de Cine Canadiense, incluyendo mejor película
Nominación al Globo de oro a la mejor película de habla no inglesa
Canadá, 1998. Dirección: François Girard Guión: Don McKellar y François Girard Música: John Corigliano Fotografía: Alain Dostie Reparto: Samuel L. Jackson, Greta Scacchi, Jason Flemyng, Colm Feore, Carlo Cecchi, Irene Grazioli, Jean-Luc Bideau, Sylvia Chang Género: Drama histórico Duración: 125 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 02/07/1999
¿De qué va?: Siglo XXI. En un taller de Cremona, un artesano ultima los detalles de su obra maestra: un violín que regalá a su futuro hijo a modo de ofrenda. En la actualidad, el mismo violín es uno de los principales atractivos en una subasta en Montreal. El instrumento, conocido por su barniz de tono rogizo, esconde una terrible leyenda. Un objeto preciado por muchos, mágico y maldito al mismo tiempo, que ha pasado de continente en continente, de dueño en dueño, durante cuatrocientos años.


El violín rojo, una producción canadiense rodada en distintos países y hablada en cinco idiomas (estamos, por lo tanto, ante un film que debe visionarse en versión original 'sí o sí'), cuenta el devenir de un violín durante cuatro siglos, desde su concepción en un taller de la Italia del siglo XVII hasta el Montreal de nuestros días. El instrumento, cual nómada que va pasando de mano en mano de forma azarosa, es el nexo de unión de distintos episodios que retratan el poder transformador de la música, desde la trágica historia de amor que sirve de telón de fondo a su creación hasta la pugna moderna que cierra la película en forma de subasta exclusiva. François Girard diseña una película de bella factura que repara en la grandeza de la anécdota, en la magia de los objetos. Todas las historia están contadas a modo de leyenda, como si Girard fuera un juglar que despliega ante nuestros ojos y sobre todo ante nuestros oídos un espectáculo sobre las casualidades y las causalidades. Una estructura realmente original que llama poderosamente la atención.


Por desgracia, ni la fórmula episódica ni la sucesión de épocas y personajes obedecen a razones de peso. Girard reviste el film de imágenes y sonidos preciosos, pero la película carece de cohesión y no profundiza en los contextos históricos que retrata: a la postre, no es tanto un film episódico como cinco películas autónomas reducidas a su mínima expresión, por lo que tanto el conjunto como cada una de sus partes no pueden explotar todas sus virtudes y matices (detalle que sí se hubiera dado con un metraje mayor y un guión más sólido: tal vez, en forma de miniserie). Curiosamente, su música, a pesar de haber ganado el Óscar de Hollywood, adolece del mismo problema: la banda sonora carece de un tema principal, aunque la belleza de sus temas está fuera de toda duda. En resumen, una película meritoria, con grandes ideas que no acaban de desarrollarse y con estampas que no acaban de lograr la emoción y la empatía de la audiencia. El violín rojo es, valga la relación, un instrumento de afinación impoluta y de ejecución irreprochable que se olvida de lo más importante: tener alma. Aunque en el cine, como en la música, ya se sabe: para gustos, colores (y violines, claro).


Para los que defienden que la música traspasa épocas y fronteras.
Lo mejor: La arrebatadora historia del artesano viudo.
Lo peor: Por momentos, parece un telefilm de gran presupuesto.

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