lunes, 11 de febrero de 2013

OSCAR RANKING: ¿QUÉ SE ESCONDE DETRÁS DEL OSCAR A LA MEJOR PELÍCULA?

Entorno al Oscar a la mejor película siempre ha existido un discurso de admiración y al mismo tiempo de hostilidad. Para saber hasta qué punto puede considerarse un mérito ganar el máximo galardón del séptimo arte es interesante acercarse a los mecanismos que encierran esa elección por parte de los miles de académicos con derecho a voto. Por lo demás, la historia se encarga de reafirmar o rebatir las diferentes ideas preconcebidas que durante más de ochenta años circulan en relación a los Oscar.

Las primeras ganadoras del Oscar: Alas, única película muda con el premio hasta la llegada de The Artist; y el musical La melodía de Broadway en pleno boom del cine sonoro.
Tras unos inicios dubitativos en los que los Oscar no tenían ni un grupo de categorías fijas ni una sede o ceremonia de entrega retransmitida, los premios se han convertido en el estandarte de todo el séptimo arte. Toda la indústria cinematográfica estadounidense se construye pensando en los Oscar: no por casualidad, las galas se sitúan a finales de febrero - principios de marzo, momento perfecto para hacer balance con cierta distancia pero también relativa cercanía de las películas del año anterior. Una industria que distribuye su poder y sus títulos en función de unos premios sigue una lógica, obedece unas reglas y se describe por una cohesión. Si los Oscar dan sentido a toda la temporada cinematográfica, ¿por qué negarles el mérito y la credibilidad que sí parecen tener para sus participantes?

Ganadoras del 1930 al 1939: desde el relato patriótico de Sin novedad en el frente, producto de la Norteamérica tocada por el crack del 29, hasta el péplum romántico de Lo que el viento se llevó.
Los Oscar marcan la diferencia, y lo hacen debido a su idea de longevidad, incluso de perpetuidad. Efectivamente, el ganador de un Oscar no lo es durante ese año sino para toda la vida: de hecho, tener un Oscar en el currículum es siempre un reclamo publicitario que realza una carrera, por muy mediocres que sean los trabajos posteriores. Eso nunca lo consigue un festival de cine, ni tan siquiera los considerados de 'categoría A': la actividad frenética que cada año se vive en Cannes, Venecia o Berlín, así como el constante cambio de sus miembros del jurado, hacen que necesariamente una nueva edición discurra sin tener en cuenta las anteriores a efectos de prensa y de palmarés.

Ganadoras del 1940 al 1949: la primacía de John Ford en mejor director y concesiones a clásicos como Rebeca, Casablanca o Todos los hombres del presidente.
Antes citábamos el concepto de 'publicidad'. Hay que tener en cuenta que primero nacieron los Oscar y luego poco a poco se creó la llamada 'temporada de premios', con los galardones de la Academia como culminación de todo un proceso que empieza en el mismo momento que termina la consabida gala (la actividad, por lo tanto, no termina nunca). Hay que 'vender' las películas, y desde los años 60, acentuándose en los 70 y 80, y evidenciándose en los 90 y hasta la actualidad, los Oscar se han convertido en un imperativo comercial, y las películas ganadoras en lobbys que encierran una serie de consignas consideradas 'necesarias' en 'ese momento', 'su momento'. Ello explica el cambio que permite tener a día de hoy hasta 10 nominados en la categoría reina: contra más películas puedan beneficiarse de los réditos que supone estar en los Oscar, mejor que mejor.

Ganadoras del 1950 al 1959: el auge del musical y primeros récords en número de nominaciones (Eva al desnudo) y premios (Ben Hur).
Pensemos en ejemplos. El cazador ganó el Oscar en el año 1978, poco después de terminar la Guerra del Vietnam. En ese año la película resultaba 'premiable' por retratar un episodio importante de la historia de los Estados Unidos 'todavía latente'. Pero no es hasta Platoon en 1986 cuando la Academia considera necesario volver a una de las contiendas más importantes del siglo pasado. Podríamos decir que el Oscar de El cazador marca las directrices de una Academia que quiere comprometerse, mientras que con Platoon firma el cierre de una herida. Tanto es así que las decenas de películas que surgieron en los 80 sobre Vietnam no fueron consideradas (entre ellas, clásicos como La chaqueta metálica o Apocalypse Now), y otras (Nacido el 4 de julio) se quedaron con premios menores, pero sin el postín y el brillo del Oscar a la mejor película. Lo mismo ocurre con la más reciente Guerra de Iraq: los académicos no valoraron los films sobre Iraq para luego brindar tímidas nominaciones a En el valle de Elah, The Messenger o United 93 y finalmente limpiar cierta imágen pública con el reconocimiento a En tierra hostil (The hurt locker), un Oscar tardío porque Norteamérica no podía mirar de frente a su guerra hasta que solo quedasen pequeñas ascuas del incendio (fue el primer Oscar en tiempos de Obama).

Ganadoras del 1960 al 1969: una década descrita por el musical y el peplum hollywoodiense hasta la ruptura de Cowboy de medianoche, título que marcó un antes y un después en los Oscar.
Todo esto nos lleva a una evidencia: las películas ganadoras del Oscar lo son en gran parte por ser un reflejo de su tiempo histórico. En los años 50 y 60 las vencedoras fueron, grosso modo, melodramas de larga duración, gran envoltorio técnico y ejemplos de un cine grande en recursos. Pero la tónica se rompe en 1969 con Cowboy de medianoche, cristalización de un momento de desencanto tanto social como económico. Y las que siguen son casi siempre crónicas de los problemas, claroscuros y logros de una sociedad primermundista que mediante el cine proyecta su poder, su ética, su estética y sus modus vivendi a todos los rincones del planeta: French Connection puede leerse como una preocupación por un asunto moderno tan espinoso como las drogas, Rocky y Carros de fuego son historias de superación personal capaces en su tiempo de subir los ánimos patrióticos de una nación herida, Kramer contra Kramer y Gente corriente son tragedias contemporáneas que demuestran los cambios sufridos por toda la sociedad y por esa 'institución sagrada' llamada familia, y Rain Man o Paseando a Miss Daisy vuelven a ser cuentos agradables sobre la unión y la tolerancia. Y entre tanto, como es habitual en la Academia, la lista de galardonadas se rige por pequeños ciclos o arbitrariedades, porque entre todas las citadas hubo concesiones al 'old Hollywood' con Gandhi o Memorias de África entre otras: solo hay que pensar en el reflejo de la familia 'clásica' que desprende El padrino para darse cuenta que la historia (atemporal) de lealtad, lazos de sangre y muerte que propone Coppola difiere en todos los sentidos del espíritu (sincrónico) de, por ejemplo, La fuerza del cariño.

Ganadores del 1970 al 1979: Stone, Coppola y Allen se convierten en los grandes nombres de los Oscar. Rocky, paradigma del cine deportivo de superación personal; y Kramer contra Kramer, cuento moderno de la América setentera.
En paralelo, muchos defenderán y con razón que algunas cuestiones no parecen pasar de moda para la Academia. La tendencia a valorar el drama como género excelso en contraposición a la comedia es algo que viene de lejos y que concierne directamente a nuestros Oscar. Lo mismo con respecto al desdén hacia el 'cine de género', que en las categorías técnicas siempre acaba encontrando un espacio, aunque secundario, destacable. O la eterna actualidad de la Segunda Guerra Mundial, resultado de tener unos académicos de base judía que rondan en su mayoría los 80 años, algo evidente en el Oscar a la mejor película (contar los films sobre el holocausto judío de las últimas dos décadas sería un trabajo titánico) pero directamente descarado en el Oscar a la mejor película de habla no inglesa (las danesas El festín de Babete o Pelle el conquistador, la española Belle Epoque, la rusa Quemado por el sol, la austriaca Los falsificadores o la alemana La vida de los otros son algunas de las últimas beneficiadas, en paralelo a recordatorios a algunos de los 'films de temporada' como nuestras Todo sobre mi madre y Mar adentro, la canadiense Las invasiones bárbaras o la iraní Nader y Simin: una separación: de nuevo, el vaivén de las elecciones de los Oscar se cumple). ¿Era mejor En tierra de nadie (bélica) respecto El hijo de la novia (típica opción de Oscar) y Amélie (la más comentada del 2001)? Y al revés: ¿era mejor Mar Adentro (la más comentada del 2004) respecto Los chicos del coro (típica opción de Oscar) y El hundimiento (digamos que 'bélica)? No: simplemente era (o no era) su momento.

Ganadoras del 1980 al 1989: aflora el melodrama contemporáneo (Gente corriente, La fuerza del cariño, Rain Man, Paseando a Miss Daisy) y Hollywood megapremia a esforzadas historias de larga duración (Gandhi, Amadeus, Memorias de África).
Y si hay algunas patrones que se repiten, ¿existe un molde o una fórmula matemática a partir de la cual podamos deducir año tras año la lista de nominados? Si seguimos tomando la referencia de 5 nominados, no sería difícil dibujar un esbozo ganador. En el quinteto no suele faltar una película de época, una producción británica, una comedia indie o el hallazgo de la taquilla estadounidense: el patrón se repite casi con una exactitud pasmosa. La configuración de los miembros de la Academia también deja un espacio al cine europeo y a lo 'latino', cada vez más influyente en Hollywood. Ya sea en mejor película o en categorías actorales, es difícil no encontrarse en los últimos años con un intérprete negro o latino nominado al Oscar. De no existir la clave del éxito, sí parece imponerse la ley de la compensación: el año pasado la presencia del mexicano Demián Bichir entre los nominados se explica, entre otras cosas, porque venía a cubrir una cuota latina sin más representante posible, mientras que la nominación del británico Gary Oldman por El topo justificaba la no nominación de Michael Fassbender. En Hollywood la nacionalidad es algo importante, más todavía que hacer una película o una interpretación digna de recompensa: un español siempre será un latino en Hollywood, y eso justifica que casi nunca en la lista de films nominados encontremos concesiones al cine que los festivales y los premios europeos, estos últimos imitadores en gran parte del modelo yanki, premian con mayor facilidad. En este sentido, solo dos años marcan una ruptura con la tónica de los Oscar: en el 2001 dos actores negros ganadores sendos premios interpretativos, y en el 2007 todos los actores premiados eran europeos.

Ganadoras del 1990 al 1999: sigue la tendencia de los 80 con recordatorios para 'actores directores' como Costner, Eastwood y Gibson, éxitos de taquilla (El silencio de los corderos, Forrest Gump, Titanic) y la excepción de American Beauty.
Que existe una 'fórmula de Oscar' es bastante palpable: al fin y al cabo, ¿no hablamos con demasiada frecuencia de 'películas típicamente de Oscar'? Afortunadamente, el sistema de votación es incuestionable, secreto e imprevisible: nadie puede prever ni adelantarse a los gustos personales de más de 5.000 personas. Los Oscar son un atractivo para la taquilla pese a la devaluación, en seguimiento y audiencia, de los últimos años. La Academia no escapa a ciertas modas o tendencias, y en contraposición a su criticado conservadurismo hay que reconocer que la categoría de mejor película ha sufrido cambios significativos: nadie hubiera apostado por ver ganar a un remake (Infiltrados) de una película hongkonesa (Infernal Affairs), una película antibelicista que estuvo a punto de no estrenarse (En tierra hostil) o un film que en un principio debía saltar directamente al formato doméstico (Slumdog Millionaire). Lo que sucede para que una película pase del ostracismo al centro del foco es un misterio, y en parte esa es la magia, justa o injusta, más o menos cuestionable, de los Academy Awards. Siempre tendremos motivos para amar y odiar a los Oscar: si gana la película más taquillera siempre podremos decir que los Oscar se guían por una cuestión puramente económica y no de valor artístico; y si se da preminencia a la película pequeña de turno, la excusa es argumentar un estudiado ejercicio del 'american dream' por el que a veces el pez pequeño interesa que se imponga al grande. Así son los Oscar: fascinantes y frívolos, cristalización de una sociedad que ama el discurso de ganadores y perdedores, vencedores y vencidos. Quizás lo único que esconda el Oscar a la mejor película se amaga en los despachos de productoras y distribuidoras: ¿gana el Oscar quien invierte más en su campaña de promoción? 

Ganadoras del 2000 al 2009: El señor de los anillos se convierte en la heredera del antiguo peplum, vuelve el musical, Scorsese se impone por primera vez y el Oscar da cabida a películas a priori fuera de las directrices de la industria como Slumdog Millionaire y En tierra hostil.

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