sábado, 12 de enero de 2013

Crítica de THE DEEP BLUE SEA, de Terence Davies

Fiel a la esencia de la obra literaria de Terence Rattigan, el cineasta Terence Davies, curtido en adaptar libros de dispar naturaleza, ha parido una obra tan 'única' como 'atemporal', términos que podrían sustituirse por dos sinónimos con matices como 'extravagante' y 'anacrónica'. Extravagante porque en el conjunto del cine de 2012 no se parece a nada ni a nadie: de ello ya dio cuenta la crítica que la vio en el Festival de San Sebastián. Anacrónica porque tanto en lo que respecta a su puesta en escena como a su texto parece una película antigua: su belleza melancólica, con un ritmo lento y virtuosismo visual, podría definirse como un Deseando amar filmado por la BBC. El profundo mar azul del título hace referencia a la apatía, las dudas y los males entre sentimentales y existenciales de Hester Collyger, una mujer que responde al prototipo más literario que cinematográfico de la clásica dama romántica. Una heroína que si no fuera porque se sitúa en el Londres posterior a la Segunda Guerra Mundial podría llevar el nombre de Emma Bovary o similares. Y una película que si no fuera por el derroche de talento de Rachel Weisz resultaría absolutamente insopotable. Con The Deep Blue Sea o se cae rendido a sus mundos dieciochescos o se sufre como una larga penitencia. Poco importa que la escena inicial esté rodada con una delicadeza poco frecuente, tanto en el cine de ahora como en el Hollywood de antes. Ni que el film tenga uno de los bailes más emcionantes que hayamos podido ver nunca en un cine. O que Weisz, tan expresiva y a la vez tan poco sobreactuada, más que protagonizar una película parezca la estrella de una obra de teatro que se representa en nuestras pantallas y cuyas lágrimas parece que podemos tocar sin necesidad de efectos 3D. The Deep Blue Sea, pese a su color y a su profundidad, es una obra impostada, poco creíble, nada cercana. Si Davies se propuso hacer una adaptación fiel al espíritu de ayer con los recursos técnicos de hoy, sin duda lo ha conseguido. Pero si buscaba una película actual, o como mínimo vinculada a las tónicas y códigos del cine que se realiza en la actualidad, y con ello no nos referimos a seguir los patrones de un cine comercial, naufraga y se hunde en el mar de la perplejidad. Para valorarla pongo distintas cosas a distintos lados de la balanza. En uno, hay que reconocer el empaque visual, la atmósfera de ciertos momentos y el trabajo de sus intérpretes. En otro, su absoluta desconexión con el cine que además de hablar de sentimientos inspira sentimientos. The Deep Blue Sea dista de ser una mala película, pero es fría, apática, tan ensimismada y enquistada como su personaje. Sus fotogramas son como bodegones de naturaleza muerta. Es una pieza de arte que parece arte pero que no tiene la profundidad de lo artístico. Si creen que el cine es acción, pasen de largo. Si son espectadores pacientes, tómense el film como un reto.


Para los que creen que el amor verdadero es cosa del pasado.
Lo mejor: Weisz salva lo insalvable.
Lo peor: Hablar de la pasión no implica ser un film ni apasionado ni apasionante.

Nota: 5'5

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