viernes, 31 de agosto de 2012

Solondz post 11-S: Crítica de LA VIDA EN TIEMPOS DE GUERRA (LIFE DURING WARTIME)

PERDONAR Y OLVIDAR

Sin duda la Guerra de Irak ha influido en Todd Solondz. Como resultado, La vida en tiempos de guerra nos deja el Solondz más dramático, no el más triste pero sí el más alicaído. Esta es la película más árida de su autor, ya no por la singularidad de sus personajes (algo a lo que el director nos tiene acostumbrados) sino por el hermetismo de sus líneas argumentales, dispuestas a propósito de forma inconexa, a modo de episodios separados de una realidad no unitaria. También estamos ante el Solondz más descorazonador porque nos niega el humor negro de antes como mecanismo de defensa, dejando a la intemperie la crudeza de un Solondz que por primera vez se atreve a retratar una naturaleza animal completamente diezmada en lo visual (colores más oscuros, transiciones de escenas mucho más bruscas) y en lo anímico. La vida en tiempos de guerra, por lo tanto, es de lo más atractiva y a su vez actúa como revulsivo para la audiencia: es más la confirmación y el autoconvencimiento de su autor que un episodio más (y mejor) en el muestrario de personajes fracturados de Solondz. Como película que deja al descubierto el esqueleto de las ficciones de Solondz, La vida en tiempos de guerra explicita tanto sus efectismos formales como su negativismo endémico, algo que la convierte más en una pieza de estudio cinéfilo que en un film potente de la escena indie o underground. De hecho, La vida en tiempos de guerra remite directamente a Happiness, porque a todo lo dicho Solondz se atreve a incluir autocitas y conexiones con su propio mundo: incluso podríamos hablar de una continuación conceptual (que no argumental) de Happiness (la América anterior del 11-S admitía concesiones irónicas que ahora brillan por su ausencia), una reescritura de aquella o una recreación de la misma en clave todavía más dramática (hay escenas que se repiten en ambas películas, relaciones que dejan de ser elementos recurrentes del estilo Solondz para crear una especie de binomio simbólico, siendo La vida en tiempos de guerra la parte final y la más desasosegante). Si alguien pudo pensar que Solondz se debía a un público amante de lo extraño, esta película viene a dilapidar cualquier atisbo de acomodamiento. A la incomprensión de siempre se añade en esta ocasión no solo piedad sino perdón. El proceso que sostiene la película es de lo más complejo: La vida en tiempos de guerra no retrata la América post 11-S, sino que muestra la penetración del 11-S en la América de Todd Solondz (reflejo deformado pero reconocible del país que sufrió el atentado y capitaneó la mayor guerra de la modernidad). Resumen: no figurará entre lo mejor de su responsable, es una película poco amable incluso para los que hemos transitado con gusto sus historias anteriores, pero si algún día debemos analizar la filmografía de Solondz en perspectiva La vida en tiempos de guerra será clave para entender las bases de su cine, con sus aciertos y sus desatinos. Por el momento queda una perla envenenada, nada complaciente, mucho menos comercial, remitida a epistemólogos del arte de Solondz.


Nota: 6'5

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity

jueves, 30 de agosto de 2012

Jugar a sobrevivir: Crítica de LOS JUEGOS DEL HAMBRE, de Gary Ross

Hay una constante que recorre los últimos best sellers de éxito y que atañe también a sus respectivas adaptaciones cinematográficas: son historias aparentemente transgresoras que llevan temáticas y recursos típicos de la literatura de género (véase: el universo vampiro en Crepúsculo, la crudeza de una lucha a muerte con referencias a la pobreza y a la falta de valores actual en Los juegos del hambre) a un terreno juvenil, pero más que una transformación de la narrativa adolescente ese aspecto formal que marca la diferencia es tan solo un pretexto para desarrollar en otros escenarios la misma historia de amor folletinesca (no es casualidad que los dos libros citados dirijan sus intereses hacia la mitad del relato hacia el triángulo amoroso, la figura geométrica más clásica y rancia de la prosa rosa). Los jóvenes de hoy en día se empapan de tramas con falso mensaje, moral escondida y mucha manipulación: se basan, y ojo porque lo que sigue invita al vómito, en la 'pureza' del amor primero y verdadero o, dicho de otra manera, en la defensa de un sentimiento utópico e ideal en el que el enamoramiento es el estado de máximo éxtasis en tiempos de rutina y total insatisfacción (de ello sabe mucho Federico Moccia). Pese a esto, hay que decir que Los juegos del hambre me interesa un poco más, solo un poco, que sus compañeros de estantería. Tal vez porque ese contexto (una tierra dividida en distritos cuyos jóvenes se enfrentan como vestigio de una rebelión pasada) da para mucho más. No es causalidad que viendo la película me viniesen a la memoria películas como Battle Royale, otra referencia a un mundo futuro en el que no queda otra posibilidad que la aniquilación del otro (o la vida como supervivencia), o incluso El show de Truman, por todo el discurso de manipulación mediática que encierra la historia (los concursantes de este juego carnívoro se ven afectados por las decisiones externas de los responsables del programa, a su vez supeditadas por una cuestión de ratings, sponsors e intereses comerciales). Aún así, es obvio que Los juegos del hambre no llega a la violencia gore con crítica social de la primera ni al humor fino del segundo. Porque, de nuevo, si alguien albergaba la mínima esperanza por la película la última media hora demuestra que las reglas del juego siempre estuvieron marcadas por el factor amoroso en su expresión más cursi y ñoña (y lo que es peor: con la promesa de una segunda parte y siguientes). Satisfacer a la muchachada es, por lo tanto, el fin primero de Los juegos del hambre, y ello da una película de estética videoclipera y de videojuego, con constantes planos subjetivos, dirección de fotografía mareante, un uso inexplicable de los flashbacks y secundarios del todo caricaturescos (los personajes de Harrelson, Sutherland y Tucci son, directamente, ridículos). Vaya, que con estas directrices es fácil imaginar la resolución de este reality show no tan diferente al programa Supervivientes que ya se emite. A favor suyo tiene a Jennifer Lawrence, una de las actrices más talentosas de su generación, y una historia que pese a todo entretiene. Lo raro es que Los juegos del hambre venga firmada por Gary Ross, cuyo último trabajo (Seabiscuit) recordaba como una película estéticamente más sobria y situada en el extremo contrario de estas olimpiadas púber. Será que el hambre apremia, que son tiempos difíciles y que las chorradas con granos están a la orden del día.


Nota: 5

miércoles, 29 de agosto de 2012

VISIONADOS VERANIEGOS: HAPPINESS, de Todd Solondz

El mundo está loco, loco, loco...
HAPPINESS, de Todd Solondz (EE. UU., 1998)
¿De qué va?: En un suburbio de Nueva Jersey se dan cita varios personajes excéntricos que no encuentran la felicidad. Una teleoperadora con poca suerte con los hombres. Un aburrido ejecutivo que se masturba al oir la voz de mujeres desconocidas por teléfono. Un hombre que a sus 65 años quiere separarse de su mujer. Una escritora de éxito que en el fondo es una mujer desgraciada. Una chica con problemas de sobrepeso que esconde un terrible secreto. Un padre amante del béisbol que se plantea contratar a una prostituta para corroborar si su hijo de 11 años es homosexual o no. Un psicólogo casado y con tres hijos que no escucha a sus pacientes y que sueña con acariciar el cuerpo del amigo de su hijo. Un niño rechoncho apasionado por los misterios del sexo. Un inmigrante ruso que se dedica a robar en casas ajenas. Siluetas corrientes y mentes enfermas que podrían ser las de nuestros vecinos, nuestros amigos e incluso nosotros mismo. Porque seamos sinceros: es muy difícil ser feliz en una sociedad tan tarada.
Palmarés: Mejor película en el Festival de Toronto 1998. Nominada al Globo de oro al mejor guión original. Premio Fipresci a la mejor película proyectada en sección no oficial. British Independent Film Award a la mejor película extranjera del 1998. Reconocimiento al mejor director en el Festival Fantasporto. Premio del jurado en el Festival de Sao Paulo. National Board of Review al mejor reparto del año, además de figurar en el Top Ten de las mejores películas del 1998, lista encabezada por Dioses y monstruos. Chlotrudis Award al mejor guión del año. 3 candidaturas a los Independent Spirit Awards: director, actor protagonista (Dylan Baker) y actor secundario (Philip Seymour Hoffman). Mejor película del 1998 según la revista Newsweek. Figuró en la lista de The 25 Most Dangerous Movies realizada por la revista Première.
El dato: Todas las películas de Todd Solondz suceden en Nueva Jersey, lugar donde el director nació y creció. Solondz realiza un cameo en el film. En América el film recibió la calificación moral de NC-17, prohibiendo el visionado de la cinta a los menores de edad y por lo tanto limitando su distribución en Estados Unidos (de hecho, solo se estrenó en 3 salas). La película causó una sonora polémica en su momento por la dureza de sus subtramas relacionadas con desórdenes sexuales. Junto a Dogville, Happiness es uno de los últimos grandes trabajos del actor Ben Gazzara. Seymour Hoffman no ha parado de trabajar desde Happiness: ha ganado un Oscar por Capote, se ha convertido en uno de los grandes intérpretes de la escena indie (Los Savages, Con amor, Liza o Antes de que el diablo sepa que has muerto son una prueba) y tuvo la posibilidad de interpretar otro personaje con problemas sexuales en La duda.


Su importancia: Todd Solondz lleva dos décadas acercándonos su particular universo fílmico. Películas repletas de personajes obesos, con desórdenes sexuales y actitudes más que cuestionables. Su cine no es feísta porque filma la otra América sin efectos especiales, radiografiando la vida en los suburbios norteamericanos y criticando las hipocresías sexuales, morales, ideológicas y políticas de una sociedad que esconde, y que como resultado miente, por lo que finalmente acaba por revelarse enferma y deplorable. Solondz presume de un estilo visual y narrativo de lo más personal que lo acerca a cineastas análogos, retratistas de los desajustes de unos Estados Unidos con más sombras que luces, amantes de lo excéntrico y la comedia negra a ratos paródica a ratos dramática, como Wes Anderson o Spike Jonze. Happiness es la gran película de Solondz por ser su obra con un guión mucho más elaborado, una trabajada estructura de historias cruzadas que la acerca a grandes cintas norteamericanas de los 90 como Pulp Fiction, Vidas cruzadas, Fargo o Magnolia. A su vez, su influencia es más que evidente en el cine de Miranda Jury, e incluso podrían establecerse conexiones con títulos posteriores como Elephant de Gus Van Sant, Juegos Secretos (Little Children) de Todd Field o Lejos del cielo de Todd Haynes. Estamos, en definitiva, ante uno de los autores y films capitales del último cine indie estadounidense.
Valoración: Happiness no ha perdido un ápice de diversión y tragedia. Sigue vigente y viva. Aunque no es una película para todos los públicos (tampoco puede serlo), hay que reconocerle su gran capacidad de inventiva. Tiene diálogos lacerantes a la par que tronchantes. No es un conjunto de postales absurdas porque Solondz encuentra el equilibrio en un terreno premeditadamente excesivo. Nos reímos, y Solondz garantiza una comedia de nivel; pero al final la sonrisa se hiela, de forma que como espectador uno no sabe cómo reaccionar. Esa es la gran virtud de Happiness: nos mete en las entrañas de una sociedad podrida, nos ofrece un muestrario de personajes (a)normales que el guión muestra en toda su dimensión sin juzgarlos, sin castigarlos y sin compadecerlos. Al apagar la pantalla una siente esa sensación indescriptible propia de los buenos entretenimientos cinematográficos, y al mismo tiempo todo es tan trágico que uno llega hasta sentirse culpable y apesadumbrado. Es como un paseo por la atracción de los espejos de reflejos deformados. Una película arriesgada, radical, incómoda. Título de culto, documento sociológico y festiva comedia nerd.


Nota: 8'5

martes, 28 de agosto de 2012

Especial CHRISTOPHE HONORÉ: Críticas de DANS PARIS y LA BELLE PERSONNE

DANS PARIS, de Christophe Honoré (Francia, 2006)
Christophe Honoré vive el cine antes que la vida. Por eso lo inverosímil tiene todo el sentido del mundo en sus ficciones. Sus personajes viven al máximo, sienten y actúan de forma visceral y desenfrenada. Poesía y teatro forman parte de su existencia. Lo grave se mezcla con lo absurdo. La poesía se fusiona con el teatro. Construye y desconstruye las constantes del tiempo y el espacio sin posibilidad de saber qué es real y qué forma parte de un arrebato de pasiones desatadas. Seres frágiles que bailan y cantan, gritan y comen, follan y duermen, se pelean y se reconcilian. Pocos directores hacen que Louis Garrel, fetiche e ideal de belleza pálida y romanticismo dieciochesco de su autor, se dirija a cámara hablando al espectador introduciendo un relato que le pertenece y del que en parte es ajeno, que protagoniza y al mismo tiempo narra. A Honoré le importan más las emociones que las razones, quizás porque lo emocional carece de lógica: de aquí que Romain Duris y su ex pareja tarareen una chanson française al teléfono como si estuvieran manteniendo una discusión íntima. Una historia que contrapone la vitalidad de un hermano y la apatía del otro, la joventud del primero y el desengaño del segundo. Porque Honoré se encuentra a gusto en los contrastes. Trata a sus criaturas como amantes confesándose en la cama, y acto seguido los convierte en niños grandes leyendo un cuento infantil que termina con su conflicto interno. El sexo desaforado convive con el intento de suicidio. Una relación fraternal que roza lo homoerótico es también la crónica de un matrimonio roto de hace años, una ruptura reciente y el inicio de un amor. Una película en la que no es difícil detectar cierta impostura y aplaudir la verdad de unos actores dejándose llevar, sintiendo en sus carnes aquello que Honoré parece vivir eufórico y voyeur desde el ojo de la cámara, la mano del montaje y la pluma del guión. Garrel recorre la capital francesa de punta a punta antes de la Nochebuena, y Duris se pasa toda la película entre cuatro paredes, recordando viejos momentos y escuchando discos de otros tiempos. Tiene cierto sentido que Honoré haya titulado una de sus obras con el nombre de la ciudad por la que paseaba Ludivine Sagnier en Les chansons d'amour o Léa Seydoux en La belle personne, en la que el mismo Duris moría de cáncer en Paris o en la que el bohemio Garrel de Soñadores y Les amants réguliers encarnaba el espíritu del Mayo del 68. Una ciudad de colegios y bares, de luces y mucha vida nocturna, el mapa de las interioridades de sus personajes, el escenario de los vaivenes emocionales y sexuales de los seres de Honoré. Este París está restringido a los fanáticos de su director. Los demás ya pueden olvidarse de transitar los mundos telenovelescos de un director único. Dans Paris a veces peca de inconexa o poco consistente. Pero aun queriéndola odiar la amas. Aún queriéndola olvidar la recuerdas. Película radical y especial que requiere de espectadores a contracorriente.


Nota: 6

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity


------------------------------

LA BELLE PERSONNE, de Christophe Honoré (2008)
La princesa de Clèves es una novela francesa del S. XVII atribuida a Madame La Fayette. Se considera una obra de referencia de la literatura francesa, valorada por muchos críticos por fusionar las tendencias del romanticismo con una mayor complejidad psicológica de personajes. La novela ha sido lectura obligatoria en los institutos franceses y ha sido adaptada al cine por nombres como Delannoy, De Oliveira y Zulawski. El último en hacer su versión sui generis de La princesa de Clèves ha sido Honoré. El resultado es un experimento arriesgado en el que queda poco de la historia original y pervive un notable sentido del fatalismo de una Jane Eyre del S. XXI. Honoré antes de cineasta fue escritor, un dato que nutre sus películas y que aquí es más importante que nunca. Honoré también realiza un juego curioso: la historia la protagonizan adolescentes que seguro han leido La princesa de Clèves, y que como resultado han sido atrapados por el negativismo y la truculencia de la obra. Ejemplo de literatura dentro del cine, no de adaptación cinematográfica. La belle personne no es una versión de La princesa de Clèves, sino la historia que Honoré ha filmado bajo el influjo del libro. Tras ver La belle personne se me ocurre que el cine de Honoré no deja de ser una repetición y variación del modelo romántico fatalista de Romeo y Julieta en lo temático, y en lo formal tiene la juventud de quien lee esa historia de amores imposibles como si fuera lo más importante del mundo. La belle personne sabe a sitios ya transitados, a amores ya sentidos, a compilación de libros ya leidos; y al mismo tiempo recrea y simula la frescura de quien descubre un lugar (París) y siente el amor por primera vez, por lo que permite acercarse a La princesa de Clèves desde una perspectiva nueva, como soporte de un cuento totalmente diferente.  La belle personne es moderna y anacrónica, joven y nostálgica. Traslada las complejidades de una trama palaciega a los pasillos de un instituto. Un ejercicio valiente que a ratos parece una jugada maestra y en otros un salto a una piscina sin agua. Honoré sigue fiel a sus historias de amores homosexuales, a rimas y tópicos propios y ajenos. Esta belle personne de rostro frío podría ser una belle dame sans merci: la gran novedad es que la protagonista no sufre la trama de amores cruzados, sino que se convierte en víctima del triángulo que se forma a su alrededor. También hay que apuntar que es la película más narrativa de Honoré: siguiendo sus conexiones con la literatura, la película tiene en su corazón dramático una visita a un cine, el viaje en metro y la posterior confesión al profesor de italiano que da vida Garrel en relación a una carta de remitente y destinatario misterioso (todo en orden cronológico, ciñéndose a una linealidad inaudita en Honoré). No interpreten la radical decisión final del protagonista como una demostración de que La belle personne carece de guión porque en verdad es lo más cerca que Honoré ha estado de ceñirse a un libreto. Si acaso volvemos a estar ante un reflejo de los seres prototipo de su autor que entienden la vida en contraposición a la muerte, el blanco en relación al negro obviando toda la gama de grises. ¿No será el propio Honoré el que siente las dudas de la dama enamorada? ¿Y el que cree que nada tiene sentido y decide acabar con todo saltando al vacío? La belle personne nos enseña el Honoré adolescente que desea amar y ser amado. Como Dans Paris nos traía el Honoré más familiar, Les chansons d'amour el más libertino, 17 fois Cécile Cassard el más poético, Ma mère el más sexual, y Homme du bain el más voyeur. Que nadie reste méritos a la película más refinada de un autor de imaginación desbordante y poco dominio de las medidas.


Nota: 6'5

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity


Otras partes del ESPECIAL CHRISTOPHE HONORÉ:

lunes, 27 de agosto de 2012

Educación sexual: Crítica de ELÈVE LIBRE (PRIVATE LESSONS), de Joachim Lafosse

El despertar sexual ha dado pie a sinfín de películas. Jonas tiene dieciséis años y aspira a ser un profesional del tenis. Su dedicación al tenis ha llegado a tal punto que ha relegado el instituto a un papel secundario. Aunque en los entrenamientos Jonas promete ser una futura estrella del deporte, en los partidos oficiales sufre varias decepciones que le hacen repensar su sueño. Por ello se ve obligado a recuperar tres cursos en un mismo año si no quiere ir a una escuela profesional y perder la posibilidad de realizar estudios superiores. Jonas vive lejos de sus padres y encuentra en un grupo de treintañeros sus cómplices, amigos y educadores tanto en lo académico como en lo sexual. La película no acaba de explicar por qué Jonas vive tan al margen de su familia ni tampoco la fascinación que despierta el chico en unas personas de vidas y generaciones tan diferentes. El espectador tiene muy poca información de los personajes y en parte eso hace que Elève libre resulte una película un tanto inaccesible. La película propone una confrontación entre el mundo adulto y el adolescente, un poco en la línea de lo visto en títulos francófonos como Pauline en la playa de Éric Rohmer. Jonas comparte confesiones con sus amigos, habla de la vida, del amor y del sexo. Por un lado, Jonas representa la inocencia y las dudas de quien empieza a vislumbrar el rumbo de su vida. Y por otro, Pierre es el adulto que cree saberlo todo y que engaña a su pupilo. En el tramo final de la película Lafosse incluye un encuentro homosexual para subrayar todavía más las cuestionables técnicas de aprendizaje que Pierre utiliza con Jonas. Una forma un tanto enrevesada de hablar sobre la dificultad de educar. La poca definición del guión no nos permite establecer hasta qué punto el caso de Jonas es el de una negligencia familiar o el de una manipulación por parte de terceros. Pierre asume la 'reinserción' de Jonas como una cuestión personal, y por ello uno podría establecer una reflexión sobre los límites que deben mediar entre enseñante y enseñado. Pero a este blog le interesan más los momentos en los que Lafosse olvida la filosofía y pasa a la acción desnuda: es significativo que los títulos de crédito aparezcan en un fondo negro mientras oímos los jadeos de Jonas mientras juega a tenis, una respiración acelerada que se repite cuando Pierre realiza una felación al chico. Pequeños momentos que demuestran la perversión que basa Elève libre: lástima que al querer ser tan sutil termine como un film demasiado hermético.


Nota: 5'5

domingo, 26 de agosto de 2012

Dolores modernos: Crítica de UN JOUR D'ÉTÉ (A SUMMER DAY)

Es interesante pararse un momento a pensar en aquello que tienen en común a nivel temático las últimas películas de estreno. Nos daremos cuenta que la crisis ha llegado a la gran pantalla, y como resultado muchas de las películas que este blog ha podido reseñar los últimos meses se describen por algunos puntos en común: hablan de un hombre en constante cambio que discurre por un mundo perdido, exponen una dimensión de dolor personal o colectivo en el que el sufrimiento puede expresarse o interiorizarse de mil maneras, y sobre todo explican la complejidad de la mentalidad y los comportamientos humanos cuando todo parece desvanecerse. Dejamos a la libre imaginación y cinefilia de cada uno citar qué títulos entrarían dentro de esta corriente. Esta Un jour d'été, a priori, no podríamos incluirla en este grupo por ser un film francés del año 2006 muy poco conocido fuera de su país y de algunos festivales especializados. Aún así, parte de lo que explica (el dolor de una madre, un alcalde y un joven tras la trágica muerte de un chico al caérsele encima una portería mientras jugaba a fútbol) entronca tanto con el drama sobre la pérdida de un ser querido (ahora mismo se me ocurren dos títulos fantásticos: En la habitación de Todd Haynes y La habitación del hijo de Nanni Moretti) como con el cuento de autoafirmación y descubrimiento (entre ellos sexual) que recorre parte del reciente queer cinema francés: Donne-moi la main, Tomboy o Elève libre. Un jour d'été muestra hasta qué punto puede trastocar la desaparición de alguien el equilibrio de una pequeña comunidad, para su familia, su círculo de amistades y la administración local. Quizás la película ganaría fuerza si tanto la historia como los personajes tuviesen mayor espacio de crecimiento más allá de ese dolor de base. Un jour d'été hubiese podido ser otra historia (la de la negligencia de un ayuntamiento que descuidó las instalaciones públicas del pueblo... y en parte lo es; la de un amor homosexual como bálsamo para olvidar un duro trance o como necesidad vital tras un amor pasado no culminado... y en parte lo es) pero prefiere ser la historia de un 'estado de ánimo', muy acorde con ese 'dolor cósmico' que sufría la protagonista de Melancolía pero totalmente a las antípodas de un cine definido, sólido y personal como el de Von Trier. Un jour d'été atraerá a los espectadores que gusten de un cine triste (muchos dirán alicaído) cuyo silencio, como mínimo, se sitúa a las antípodas del culebrón de sobremesa o el dramón exagerado de tomo y lomo. Van sobre aviso porque a este blog le encanta el cine francés con huidas a lo raruno y excéntrico. Ya me contarán...


Nota: 6

sábado, 25 de agosto de 2012

Viajes: Crítica de KATMANDÚ, UN ESPEJO EN EL CIELO, de Icíar Bollaín

Muchas veces la crítica cinematográfica tiende a valorar una película como parte de un todo que es la filmografía de un autor. Katmandú: un espejo en el cielo reivindica desde el minuto uno su libertad y su independencia con respecto los trabajos anteriores de Icíar Bollaín, pero de alguna manera es imposible entenderla sin tener en cuenta la base humanista de todo su cine y el recorrido de viajes tanto paisajísticos como emocionales que inauguró También la lluvia. Las obras de Bollaín son imágenes de una mujer fuerte y moderna, parte activa del mundo que le rodea, en búsqueda de su identidad y espacio vital (lo que sucedía en Te doy mis ojos) o bien en constante pelea por alcanzar un reto marcado (donde incluiríamos Katmandú). La pericia de Bollaín por hacernos partícipes de las dudas y las frustraciones de Laia, una maestra española en el Nepal, es incuestionable. Pero hay detalles que no son propios de una artista más o menos consagrada que ya puede considerarse buque insignia de nuestra cinematografía. En este blog ya causó cierta suspicacia el cierre hollywoodiense de También la lluvia, que al final desvelaba parte de la manipulación implícita de todo el relato. En Katmandú: un espejo en el cielo hay una gran tara que impide que la historia discurra en armonía. Y justamente es un problema que plantea el marido de la protagonista a Laia: '¿por qué haces esto?'. Nunca se nos dice por qué una joven barcelonesa decide irse hasta tierras recónditas. Puede que esa no sea la historia que interesa a Bollaín (si acaso, la esencia del film es hallar el 'espejo en el cielo' del título, 'habitación propia' en términos woolfianos), pero para quien escribe eso resta sentido, entidad y fuerza a lo realizado por el personaje. Una prueba de ello es el inserto de varios fashbacks al inicio del film que en lugar de poner en contexto al personaje lo desdibujan todavía más. Katmandú, un espejo en el cielo no es el diario filmado de un viaje cualquiera (no es un capítulo de Españoles en el mundo) y funciona como crónica de un drama personal (el de Laia) y otro colectivo (la pobreza del país en el que se encuentra, muy bien representado en el personaje de la maestra Sharmila). Aún así, hay algo en el planteamiento de la historia que no me creo, y es una pena ver a la enorme Verónica Echegui dejándose la piel cuando la película no juega a su favor. Tampoco me convence la fascinación por todas las tradiciones, vestimenta y comida exótica (dato compartido por casi todos los cineastas que ruedan en lugares desconocidos), aunque hay que reconocer que cierto público urbano adulto, precisamente el perfil de espectador que busca la película, desea ver en pantalla grande todas aquellas realidades de las que no puede participar en su día a día. Hay muchos viajes en Katmandú, un espejo en el cielo y no todos convencen. Tiene lo mejor y lo peor del cine de Bollaín. Con la diferencia de que si También la lluvia, aunque imperfecta, resultaba sólida desde la ficción, a ratos Katmandú, un espejo en el cielo pide a gritos ser un documental o una teleserie. No me deja indiferente aunque no me convence al completo.


Nota: 6

viernes, 24 de agosto de 2012

¡CINOSCAR & RARITIES CUMPLE 4 AÑOS!


¡Y ya van cuatro! Tras más de 1.250 posts toca mirar atrás. En cuestión de poco tiempo el blog ha intensificado su actividad (va a post diario) y el número de visitas (el doble que en 2011 por mes). Y quien escribe se siente día a día más a gusto. El blog ha encontrado un modelo de crítica (no demasiado larga pero tampoco corta) bastante cómoda tanto de escribir como, creo, de leer. Y a juzgar por los comentarios parece que no hace falta seguir los estrenos o estar al día de la actualidad cinematográfica para funcionar. Este blog está contento de hablar del cine que le apetece ver y escribir, y ojalá muchos agradezcan las concesiones al cine outsider (queer, nórdico, títulos no estrenados, etc.) que no siempre tienen su espacio en blogs o páginas web paralelas, y que por la estructura cinematográfica actual (pésima distribución, caos total en el orden de los estrenos, excesiva atención a la dimensión de los blockbusters) su mención resulta si cabe todavía más elocuente. El blog ha necesitado cuatro años para hacer honor a su nombre: el cine, obviamente, lo empapa todo; los Oscar tendrán muchísima presencia en el próximo concurso Oscar Ranking, sin duda el proyecto más ambicioso del blog hasta la fecha; y las rarities o rarezas, a modo de especiales o posts esporádicos, siempre estuvieron, están y estarán presentes. Las ideas para el futuro son muchas: si habrá tiempo y conexión a internet es algo difícil de asegurar. Porque Cinoscar & Rarities arrancó el verano antes de empezar mi carrera universitaria y el próximo año llega la graduación: la vida del blog tiene su correlato con 'mi vida' y pronto se terminará una etapa. Lo seguro es que el blog tiene cuerda 'mínimo' para un año más. Muchas gracias a todos los que siguen, leen o alguna vez se han paseado por este rincón de cine. Si les apetece, si lo desean, habrá más. ¡A estas alturas da más ilusión el cumpleaños del blog que cualquier otro, incluso el mío! Así que Cinoscar & Rarities (porque ya tiene vida propia y el bebé está crecidito): ¡muchas felicidades!

¡Pastel, cava y cine para todos!

Nos leemos y escribimos.

Y en una semana, lo nuevo del blog:


jueves, 23 de agosto de 2012

Dos en la carretera: Crítica de DONNE-MOI LA MAIN, de Pascal-Alex Vincent

Mientras en España seguimos saltando la comba de películas tan facilonas en esencia como Intocable o The Artist, el cine francés es lo suficientemente variado e interesante como para ofrecer historias de directores desconocidos o nombres noveles que valen muchísimo la pena. Si en la misma Francia su reivindicación es un imposible, pedir ya no el estreno sino la descarga y el visionado de un film como Donne-moi la main desde España puede ser un suicidio. Pero aquí está Cinoscar & Rarities para defender causas perdidas y si hace falta estamparse contra el muro de las lamentaciones. Donne-moi la main explica el viaje de dos hermanos gemelos que mediante autostop y con tan solo una mochila a sus espaldas se disponen llegar al País Vasco para asistir al funeral de la madre que nunca conocieron. Desde el primer momento la película es una road-movie de paisajes y de silencios. Los protagonistas no hablan y expresan su pena y sus frustraciones peleándose en lo que parece un juego de hermanos o un ajuste de cuentas. En el trayecto aparecen y desaparecen personajes, los personajes se retan, se conocen y conocen al otro, y las diferencias insalvables salen a la luz más allá de cualquier unión cosanguínea. Tengo especial debilidad por este cine francés, europeo en general, en el que aparentemente no sucede nada pero en realidad todo está ante nuestros ojos. Porque la esencia de la road movie no está en el destino marcado del viaje sino en las vivencias del propio recorrido. Hay un poco de todo, seguramente poco preciso, en Donne-moi la main, pero no hace falta que nos expliquen más para entender y disfrutar de lo básico. Lo demás son florituras, frases efectistas de las que Intocable está repleta (entiéndase como una comparación y no un ataque a la cinta de Nakache y Toledano). Un espacio perdido recorrido por dos personas en silencio es cine, mucho cine. Si quieren que les cuenten una historia con un principio y un final, y en medio varias sorpresas o puntos culminantes, esta no es su película. Si en cambio creen que las historias verdaderas (en términos lynchianos) son las que fluyen con el caos y el realismo de aquello que no parece dominado por un guion, Donne-moi la main será la bocanada de aire fresco que nadie se atreve a ofrecernos en pantalla grande. La vida es una película mal montada: ¿puede una película mal montada, o con mil y un defectos, ser lo más parecido a vivir un 'pedazo' de vida propia o ajena?


Nota: 7

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity

miércoles, 22 de agosto de 2012

Yo no soy esa: Crítica de TOMBOY, de Céline Sciamma

'Tomboy' podría traducirse como 'marimacho' o 'machona' en referencia a una chica poco femenina. La palabra también se forma de 'Tom', nombre masculino, y 'boy', 'chico' en inglés, y jugando con las letras puede formarse 'toy' o juguete. Tomboy es la historia de una niña, Laure, que finge ser un chico llamado Michaël ante sus nuevos amigos. Laure está a punto de empezar quinto de primaria en una nueva escuela y sus padres y su hermana pequeña se han mudado a una nueva casa. Bajo la apariencia de un cine austero y hermético, la película se convierte en un título mayor que trata la duda no ya sexual sino identitaria. La trama sucede en verano y Laure tiene que esconder que debajo de sus calzoncillos hay un aparato reproductor femenino que se está formando, algo que supone un problema cuando 'el niño' interactúa con sus compañeros en los partidos de fútbol o en sus baños en la playa. Pero Tomboy no es la historia de un cuerpo sino de un alma encerrada en un cuerpo. Tomboy habla de la necesidad de eliminar los prejuicios y las ideas preconcebidas que desde pequeños asociamos a las diferentes posibilidades genéticas (ser hombre o mujer). Es un error asociar el color azul a lo masculino y el rosa a lo femenino, es un error distinguir unos juguetes para ellos de otros para ellas, y es una tontería que a cada sexo se le atribuyan unos comportamientos, modos de actuación o formas de hablar. En una escena enternecedora y reveladora, Laure esconde el tubo de plastilina que utiliza para simular el pene que no tiene en la misma caja donde guarda sus dientes de leche: el objeto que sustituye aquella parte física de la que carece es parte de su ser, de su sentir, de su forma de ver la vida, de relacionarse, de entender el mundo, y por eso lo deja junto a aquellos dientes que en su día fueron parte de su anatomía.


El cineasta Céline Sciamma propone un juego constante con el concepto de género, presentando escenas típicamente masculinas o femeninas en las que el/la protagonista intenta imponer no la persona que indica su carnet de identidad sino el ser que quiere ser. Lo más inteligente de la película es que todo ello queda insertado en una rutina infantil, a modo de juegos intrascendentes: la hermana de Laure miente ante sus amigos y asegura que es genial tener un hermano mayor porque así siempre la protegerá, otro momento clave para entender que al final las relaciones son vínculos que no dependen del sexo ni entienden de géneros. La película queda descrita como un viaje a un nuevo escenario (Laure intenta conducir el coche de su padre en dirección a su nueva casa) que metafóricamente es el viaje hacia un nuevo 'estado'. El film también sucede en el bosque cercano a los bloques de pisos de los niños, lugar típico de los cuentos en el que Laure se esconde, reflexiona y se despoja simbólicamente de una blusa de chica. Tomboy es la crónica de una mentira que es un juego de niños, pero que atañe a una realidad muchísimo más seria que empezará en el momento que Laure inicie su etapa escolar. De hecho, no es casualidad que la película empiece en una esfera infantil y acabe incumbiendo a los padres. Lo que Tomboy no nos enseña es el pueblo o ciudad, la civilización y la sociedad al fin y al cabo: Laure deberá luchar siempre por defender quién es verdaderamente, porque uno es aquello que quiere o siente que es, y porque las hormonas de Laure no tardarán en abandonar la inocencia de la infancia. Una historia muy compleja, una reflexión serena y una fábula preciosa que debería educar y corregir mentes cuadriculadas. El sexo y la sexualidad son dos conceptos distintos, y niños/niñas como Laure/Michaël corren el riesgo de caer en la incomprensión y la marginalidad: si ya es difícil que en ciertas zonas rurales o ámbitos sociales se acepte la homosexualidad, explicar que el cuerpo (la carcasa) no supedita ni es un reflejo de lo que uno siente (el alma) puede ser directamente imposible. Tomboy está bien rodada, bien interpretada, bien escrita y muy bien planteada. También es una película conciliadora, sutil, elegante y capaz de abrir los ojos a mucha gente. La palabra 'tomboy' debe dejar de ser un insulto o término peyorativo, y la transexualidad no debe confundirse desde edades tempranas con una homosexualidad porque el daño que puede sufrir la persona puede ser irreparable. Nunca he creido en eso de que una película fuese 'necesaria', pero Tomboy lo es. No deben perdérsela, como cinéfilos, pero sobre todo como seres humanos.


Nota: 7'5

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity

martes, 21 de agosto de 2012

Los amantes criminales: Crítica de NOTRE PARADIS, de Gaël Morel

Notre Paradis es una película influenciada por el mundo novelesco y cinematográfico de Christophe Honoré. No sé hasta qué punto Honoré conoce a Morel o intervino en la creación de Notre Paradis, pero su inclusión en los títulos de crédito de la película que nos ocupa no puede tomarse como una mera casualidad. Tampoco es baladí que Béatrice Dalle, primera dama de Honoré en 17 fois Cécile Cassard, sea aquí el contrapunto femenino de la trama. Porque el film tiene cierta pericia a la hora de acercarnos un París nocturno de prostitutos, bares y encuentros sexuales, lo mismo que veíamos en las mejores partes de Les chansons d'amour o Dans Paris. Un ambiente incómodo a la par que atractivo por el que discurren Vassili, hombre mayor de treinta, y Angelo, que todavía no ha cumplido los viente. Ambos ofrecen su cuerpo a otros señores con tal de ganarse la vida. Notre Paradis funciona en su primera parte como retrato del submundo que nadie ve pero que existe: el de las citas a altas horas de la madrugada, el de discotecas de ambiente y el de penetraciones a oscuras en un bosque. Desgraciadamente Morel quiere aspirar a más y patina. Incluye una historia de amistad femenina que no aporta nada al conjunto, si bien puede entenderse como una demostración de aquella otra vida que Vassili hubiera podido tener, o tal vez un subrayado de guión con tal de ampliar el muestrario de personajes  magullados que viven de noche y duermen de día. Y el final destapa todas las carencias de la película: el psycho thriller antes solo mostrado con esporádicos planos de los asesinatos cometidos por Vassili acaba de forma brusca y torpe, acaso, y otra vez intentamos justificar las imperfecciones de la película, otra vuelta de tuerca más para sellar el callejón sin salida en el que se habían metido los personajes. Notre Paradis termina por resultar una película feista, alicaída y de formas rocambolescas, poco preocupada por la complejidad de sus personajes, totalmente desatinada en un tour de force final en el que la sombra de Honoré da paso a una Atracción fatal homosexual de amantes ricos y putos inconscientes. Me quedo con una frase de Vassili: 'la vida de un gay es como la de un perro; yo tengo treinta años y ya soy viejo', en demostración de ese mundo prohibido, preocupado por alimentar lo fugaz, lo superficial, lo fútil; vestigios de una realidad homosexual definida por el onanismo y la identidad fracturada, reflejos de un modus vivendi tan desaconsejable como caduco. Por todo esto resulta coherente y hasta deseable que la película termine castigando a sus personajes. La lástima es que por el camino Notre paradis también cae víctima de una fisicidad exacerbada, sin nada que contar: simplemente nos dice que el paraíso del título es inalcanzable, y que Vassili y Angelo, como intuíamos, nunca encontrarán su lugar en el mundo.


Nota: 4'5

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity

lunes, 20 de agosto de 2012

La 'bámbola': Crítica de LE FIL, de Mehdi Ben Attia

Malik, un joven arquitecto, abandona París para volver a Túnez, donde su madre conserva la casa familiar. Malik siempre soñó con dejar un país al que ahora vuelve tras la muerte de su padre. Detrás suyo existe un bagaje representado en el metafórico hilo del título, aquello que lo atrapa y lo enmaraña dejándolo en la ciudad donde en su día vivió su infancia y adolescencia. Malik reaparece como un recién licenciado con toda la vida por delante, la cristalización de todo aquello que su madre, encargada de mantener en pie el mundo burgués de su pequeño, había deseado para la persona que más ama. 'Yo quiero que seas feliz', dice la anciana a Malik, pero a la hora de la verdad el chico se queda a vivir en la casa de ella, prueba de la dependencia y las relaciones de poder maternofilial que se han ido tejiendo (de nuevo, ese hilo invisible) a lo largo del tiempo. Malik se enamora en uno de los criados de la casa, y cuando la madre descubre a su retoño durmiendo abrazado con otro hombre su mundo se derrumba. Y a partir de aquí entra en juego la otra imagen que evoca el título. El hilo de Malik pasa a ser producto de su estado de enamorado: en el momento de máxima complicidad entre los hombres suena 'Tu mi fai girar come fosse una bambola', como si Malik fuese una peonza dando vueltas por un hilo dominado por las presiones de su entorno social (Túnez, país que encarcela a los homosexuales), de su entorno familiar (la teoría de que detrás de una tendencia homosexual existe un matriarcado asfixiante), de algunas heridas recientes (Malik escondió a su madre la enfermedad del padre) y de un miedo personal (Malik se debe a un mundo de apariencias y mantiene encuentros sexuales con otros hombres en lugares apartados y cuartos oscuros). Todo hasta llegar a un final en el que el hilo desaparece, como si el amor realmente hubiese actuado como mano inapreciable que desenreda y que salva a Malik del atolladero en el que vivía preso.


Le fil es una película especial. La trama es mínima. Como buen cine francés, se sustenta en el diálogo. Y pese a la preeminencia de la palabra, es un film más poético que prosaico. Puede parecer que Le fil tiene poca historia o que incluso carece de ella. Es un cine que no quiere acción, que corre el riesgo de resultar teatral, amanerado, exagerado, poco creíble, nada natural en su planteamiento, nudo y desenlace. Aún asumiendo que todo lo anterior en parte es cierto, no puedo dejar de sentirme muy cercano a este cine ligeramente rosa. Ni yo mismo entiendo el porqué. La cuestión es que en la impostura de Le fil reside, paradójicamente, todo su significado. A muchos les parecerá una redacción mínima de una revista gay de arte y ensayo. Yo la relaciono con el cine de Christophe Honoré y François Ozon. Y es en sus conexiones cinematográficas donde Le fil me convence y me satisface plenamente. Así que no les aliento a visionar Le fil y admito que es una película difícil de defender. Ahora bien: encaja a la perfección en el tipo de cine que este blog ve y disfruta. Ustedes deciden.


Nota: 7

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity

domingo, 19 de agosto de 2012

Clásico queer: Crítica de BEAUTIFUL THING, de Hettie MacDonald

La historia que rodea a Beautiful Thing, uno de los clásicos modernos del queer cinema, es bastante curiosa. La película se basa en una obra de teatro de Jonathan Harvey, un profesor de secundaria de Liverpool. Tras el éxito de la obra teatral, una de las más exitosas de temática homosexual, Harvey decidió rescribir la historia para su paso a la televisión. Una vez estuvo acabada, Beautiful Thing gustó mucho y sus responsables decidieron distribuirla en los cines. Su presentación en público fue en marzo de 1996 en el Festival de cine gay y lésbico de Londres. Pero la historia trascendió los límites del queer cinema al recaudar más de un millón y medio de libras y estrenarse en más de una veintena de países, entre ellos España. Quince años después, Beautiful Thing, con una banda sonora a ritmo de los hits de Mama Cass, es una de las películas queer más queridas por el público de medio mundo. Fue una de las primeras películas que trató la realidad homosexual de forma directa. La película lleva el cine social de Loach o Leigh a otra dimensión. En Beautiful Thing hay la descripción de una juventud sin motivaciones, un barrio cuyas familias desestructuradas viven al límite entre la marginalidad y la ayuda de los servicios sociales. Todo ello insertando un cuento de despertar y descubrimiento sexual, una bellísima trama de amistad, unos actores que no parecen estar recitando las líneas de un texto y un tono de comedia crítica pero amable que la convierte en una de las películas más certeras y agradables sobre la problemática homosexual. Beautiful Thing es una fábula que toca temas tan duros como el bullying, el maltrato y el machismo en el seno de familias de mentalidad tradicional. En su día fue una película rompedora. Ahora queda un cuento cuyo único propósito es hacer sentir bien a su audiencia y hacer entender a todos que el amor no admite coartadas. Antes muchos se sintieron identificados con el sufrir y el sentir de Jason y Lenny, los dos protagonistas. En la actualidad puede que muchos hayan perdido la inocencia de los seres de la película. Queda, eso sí, una bonita historia que hace honor a su título y que va camino de ser un referente de la cultura (o contracultura) de toda una generación. Tan animada y atemporal como la cantante Mama Cass y sus Dream a Little Dream of Me y Make Your Own Kind of Music.


Nota: 7

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity

sábado, 18 de agosto de 2012

Pelotas fuera: Crítica de EXTRATERRESTRE, de Nacho Vigalondo

Soy de los que ven las pelis hasta el final, hasta el último título de crédito. Ya sea para ver el título de esa canción que salía en la escena tal y era muy chula. Ya sea para ver el nombre de ese actor terciario del que has estado toda la peli diciendo '¿y cómo se llamaba ese?'. Con Extraterrestre el único motivo para verla entera, repito (en subrayado, mayúscula, cursiva y luces de neón si hace falta), el único, era saber el nombre del productor de la película. Saber quién había tenido las pelotas para pagar una 'película' así. Y comprobé que el propio Vigalondo y su chupipandi, a la que llamaremos Amiguetes Productions, están detrás de semejante despropósito. Para extraterrestre ese señor quintaesencia de la falsa modernez que es Nacho Vigalongo, aunque no sé por qué (o sí) siempre tiendo a rebautizarlo como Nachete Gabilondo. Vigalondo se debe creer el rey del mambo, del infinito y del más allá. Sus cortometrajes triunfan en Youtube y la verdad es que para momentos muertos tienen su gracia. Que llegase a estar nominado al Oscar y al Goya es una prueba evidente de que a veces los santos y las estampitas funcionan. Gabilondo (ya me volví a confundir) es el dios que se autoinvitó al olimpo. A veces es muy fácil criticar a Torrente por ser Torrente cuando finalmente Santiago Segura, otro gracioso-graciosillo, da lo que promete. En el arte, en el cine y en la vida no existe nada peor que el engaño. ¿Que no quieres ver la comedia tonta 'x'? Perfecto: ve a la sala de al lado. Y Vigalondo nos miente. Extraterrestre, dirá él, dirán los suyos, es un romance revestido de fantastique minimal (fíjense: todo son 'palabras molonas'), un surrealista buñueliano (fíjense lo culto y 'cool' que queda la expresión) con toques del cine estadounidense de los 80, un ejercicio chanante que juega con los géneros (¿suena interesante, verdad?) o un esfuerzo de terror con comedia (o comedia con terror) sin monstruo y sin efectos especiales. Pues bien: dejémosnos de monsergas y empecemos a llamar las cosas por su nombre. Extraterrestre es una soberana tontería, una de esas 'ideas trash' que acaparan las neuronas de la mente creadora de Vigalondo. Tras la nefasta No controles, la demostración de que los que iban de salvadores de la comedia patria no eran más que timadores con mucha labia. Su sonoro fracaso de taquilla está totalmente justificado y si me permiten un ramalazo de maldad incluso merecido. De nuevo hay que ser coherentes, y Extraterrestre solo debió llegar vía streaming a los fans (que los debe haber, digo yo) y amigos (temo que son pocos y están todos en la película) de Vigalondo. Para que te guste Extraterrestre hay que tener un grado de frikismo al que no llego. Por mi parte, a Gabilondo (ya van dos) le hacemos un 'cruz y raya' vía entrada en el cine y sobre todo vía emule: no me volverá a vender un sorbete de limón por un cutre frasco de melocotones en almíbar ni una a priori comedia inteligente por una máquina de bolas de tenis. ¿Que Vigalondo sería la monda con muchos más cuartos? ¡Ni de coña! ¿Crowd-funding? ¡Pues pago por no verlo! Que no engañe ni a propios ni a ajenos, que deje de tirar pelotas fuera y que vuelva a esa actividad no por secundaria menos estimulante para la cinefilia: la producción de cortometrajes chorras, el formato que haría de Extraterrestre la historia entrañable que como largometraje no es.


Nota: 2

viernes, 17 de agosto de 2012

El corsario del año: Crítica de ¡PIRATAS! (THE PIRATES! BAND OF MISFITS)

Los directores de Chiken Run: Evasión en la granja lo han vuelto a conseguir. La Claymotion o Stopmotion con plastilina vuelve a sorprendernos después de Wallace y Gromit: La maldición de las verduras y Mary & Max. ¿Cansados de piratas molones a lo Sparrow? El protagonista de ¡Piratas! tiene la voz de Hugh Grant, con lo que ya se pueden imaginar que es tan adorable como rompetechos. Su máxima aspiración es ganar el premio al Pirata del año en una ceremonia anual que se celebra en Isla Sangrienta (parodia directísima de los Oscar). La mala malísima es la reina Victoria y el contexto es la Londres de la Exposición Universal. Peter Lord y Jeff Newitt han logrado una película muy dinámica, muy rápida, muy simpática. Son ochenta minutos cachondos que pasan volando. Y el mono mudito hace honores para ser el protagonista de un spin off. Contraréplica piratil con humor británico que por su descaro podría colarse en la carrera al Oscar a la mejor película de animación. Y si no, que se plante nuestro corsario del año con uno de sus disfraces en Los Ángeles y se haga con el oro ni que sea con trampas. Todavía hay directores que entienden la animación como un juego. Para hacer cine para pequeños hay que ser un niño grande. ¡Piratas! es como esas historias locas que (re)creábamos en el salón de casa con todos nuestros 'clips': loca, sin demasiado sentido, surrealista, traviesa. Aventuras y abordajes para ver en agosto (porque refresca) y en familia (porque los mayores se lo pasarán pipa y los peques no verán ni una botella de ron).


Nota: 6

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity

jueves, 16 de agosto de 2012

Directed by La reina del pop: Crítica de W.E., de Madonna

W.E. se presta al chiste. El nombre de su directora, la cantante Madonna, es suficiente para ver W.E. desde otras perspectivas. Somos malpensados, y más si se trata de dejar por tierra a una de las grandes estrellas de la música de las últimas décadas (una actividad olímpica de la que Elton John y otras reinonas del montón son especialistas). Los detractores de la dama del pop dirán que el hecho de que la artista se sienta identificada con Wallis Simpson, la incomprendida amante del rey Eduardo VIII que en su día sufrió el acoso mediático y la inquina de toda una nación, es una demostración de la megalomanía de quien se ha permitido gastar tantos medios y tiempo simplemente para alimentar su ego. Eso sería un juicio nada objetivo. Los que quieran dar rienda suelta a su pluma dirán que Madonna podría ser escritora de novela rosa, diseñadora de escaparates, directora de videoclips adolescentes o creadora de anuncios navideños de perfumes pero nunca cineasta. De nuevo, eso sería una valoración poco seria. Hablar si se puede de W.E. obviando la personalidad de su instigadora es algo difícil pero creo que necesario. No porque la película lo merezca sino porque Madonna lo pide. W.E. será más o menos fallida pero de lo que no hay duda es que Madonna se ha creido su historia, ha vivido en sus carnes sus dos relatos de amores imposibles y ha intentado levantar un film con todas las de la ley. Y eso me parece admirable viniendo de alguien que no necesita meterse en camisas de once varas ni exponerse al veredicto de la opinión pública (todavía más si cabe, porque cuando te llamas Madonna todo lo que haces se convierte en noticia). Pero no nos desviemos de lo estrictamente cinematográfico. W.E. peca de exceso: la cámara sufre de espasmos incontrolados cuando la historia requiere algún plano fijo o estático que encuadre las emociones de los personajes sin buscar la rima visual; las interpretaciones de los actores, puede que en parte por una cuestión de mal guión, no brillan como deberían; y sobre todo, la historia de trasfondo de época a lo El discurso del rey y otra de soledades en el Nueva York contemporáneo con planos a lo Wong Kar-Wai se funden técnicamente con bastante solvencia (Madonna domina las transiciones temporales y el montaje de la cinta es vigoroso) pero no casan a nivel emocional (el paralelismo de lo que les ocurre a las dos protagonistas ni complementa ni completa lo que sienten los personajes, y eso deja a W.E. totalmente vacía). Hay amor, pero ese amor telenovelesco, exagerado e imposible que nadie se cree. Hay una carcasa técnica impecable pero también el mismo sentimiento que un poema cursi escrito por un alumno de la ESO. Y eso, aunque queramos ser benevolentes con Madonna y su equipo, es imperdonable. Nadie mejor que Madonna sabe que la base de cualquier espectáculo es entretener al público y W.E., si bien sobrevive durante hora y media larga, acaba aburriendo al personal. Valoramos el intento. Reconocemos que las críticas lapidarias tenían bastante razón. Y admiramos a Madonna por su hiperactividad. Más que una mala película, estamos ante una película que no es buena. Que es diferente pese a ser lo mismo. Menos mal que los títulos de crédito con la canción Masterpiece, ganadora del Globo de oro, prometen devolvernos la Madonna de siempre: la artistaza 'acaparaportadas', la máquina de trendic topics y la visionaria de hits discotequeros. Porque si W.E. es un naufragio Madonna es la culpable y al mismo tiempo la única superviviente. Ole por ella.


Nota: 5

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity

miércoles, 15 de agosto de 2012

Los travestis más famosos del cine: CON FALDAS Y A LO LOCO y ¿VÍCTOR O VICTORIA?

Él... es ella
CON FALDAS Y A LO LOCO (SOME LIKE IT HOT), de Billy Wilder (EE. UU., 1959)
¿De qué va?: En los años de la Ley Seca, dos músicos se ven obligados a tocar en clubs clandestinos. Un día el local donde tocan es descubierto por la policía, y para colmo un grupo de mafiosos los persiguen. Solo tienen dos soluciones: ir a la morgue o aceptar un trabajo en Florida... como mujeres músicas.
Palmarés: Globo de oro a la mejor comedia, mejor actor de comedia (Jack Lemmon) y mejor actriz de comedia (Marilyn Monroe) del año 1960. 6 nominaciones a los Oscar, entre ellas la de mejor película del año (ganó mejor vestuario para una película en blanco y negro).
El dato: Una de las comedias más famosas de todos los tiempos que ha hecho reir a varias generaciones de cinéfilos. La mayor anécdota se centra en el título. Debido a que la expresión inglesa es intraducible, cada país optó por un nombre diferente para su distribución: en España la expresión Con faldas y a lo loco resulta bastante acertada, mientras que en Portugal o Francia la conocen como 'Algunos las aman calienten'. En otras lenguas, entre ellas el catalán, es conocida como 'Nadie es perfecto' en relación a la famosa frase que cierra la película.
Valoración: Parece que uno no puede decir que le gusta el cine sin haber visto toda la lista de clásicos ineludibles donde figura esta Con faldas y a loco. ¡Deuda saldada! Vista con ojos del 2012, la película es un vodevil entretenido e inteligente que se sustenta sobre las grandes interpretaciones de ellos (¿o mejor ellas?): Tony Curtis y sobre todo Jack Lemmon. Un retrato festivo de 'la vida alegre' con pelea de mafiosos, cabareteras abiertas de piernas y ricachones con la cartera y la bragueta desabrochadas. Divertida, sin más. Puestos a elegir el mejor Wilder, y a falta de ver gran parte de su filmografía, el blog se queda con El apartamento y El crepúsculo de los dioses. Me falta esa mirada nostálgica con la que muchos, comprensible e inevitablemente, la miran y revisionan. De estrenarse hoy (difícil de imaginar: cada cine tiene su época y a cada época le corresponde una tipología diferente de películas), no perdonaríamos esas escenas en las que suena el saxo mientras Curtis no toca y diríamos una verdad como un templo (sí: Monroe nunca fue una gran actriz). También tendríamos líneas de guión manidas sobre la lucha de sexos y difícilmente se lograría la intrascendencia blanca de Wilder: el viejo Hollywood es lo que tiene. Sin ser uno de mis amores, en ella está el inventario de las fórmulas y los ingredientes de la mejor comedia. 
Nota: 6
La escena:


-------------------------

Ella... es él
¿VÍCTOR O VICTORIA? (VICTOR VICTORIA), de Blake Edwards (EE. UU., 1982)
¿De qué va?: Victoria sueña con triunfar en el mundo del espectáculo. Aunque tiene una voz espectacular no consigue imponerse en las distintas audiciones a las que se presenta. Un día su camino se cruzará con el de Toddy, un artista homosexual que acaba de perder su trabajo. Toddy encuentra en Victoria la pareja ideal. A partir de entonces Victoria pasará a ser Víctor, una estrella del cabaret parisino, y Toddy su máxima guía. Pero cuando aparezcan en escena el presidente de una cadena de cabarets, su mujer y su guardaespaldas las cosas se complicarán.
Palmarés: Oscar a la mejor banda sonora adaptada (fue nominada en 7 categorías). National Board of Review al mejor actor de reparto para Robert Preston. Sant Jordi y César a la mejor película extranjera del año. Globo de oro (comedia/musical) y David di Donatello (actriz extranjera) para Julie Andrews.
El dato: En un principio la película debía estar dirigida por Billy Wilder. Es una de las obras musicales que más veces se han representado tanto en el cine como en el teatro. Recientemente la película ha sido objeto de homenaje en la serie Glee. Andrews ese año no ganó el Oscar: el gato al agua se lo llevó Meryl Streep por La decisión de Sophie.
Valoración: Enredos de sexos y de faldas. ¿Víctor o Victoria? no pasará a la historia como uno de los musicales más destacados de Hollywood, ni tan siquiera como una de las grandes obras de Blake Edwards. Julie Andrews, actriz que interpretó My fair lady en Broadway y Sonrisas y lágrimas en la gran pantalla, es la protagonista de este vodevil sobre secretos y tendencias sexuales que no acaba ni de emocionar ni de divertir: ¿será que Andrews siempre ha sido mejor cantante que intérprete? Con un metraje excesivo, unos números musicales bastante anodinos (pese a la simpática mención al flamenco y a Sevilla) y un entramado de líos, confusiones y secretos que con el tiempo resultan del todo naifs, por no decir intrascendentes. Dudo que convenza incluso a los incondicionales del género cantado. Esperaba encontrarme el musical travesti por excelencia (el musical, por concepto, es el género cinematográfico más gay, ¿no creen?) y me he topado con una historia de lo más convencional. Además, ya hicimos esfuerzos para creer que Streisand era un hombre en Yentl, lo mismo con Close en Albert Nobbs... ¡pero Andrews no pasa la prueba del algodón!
Nota: 5
La escena:

martes, 14 de agosto de 2012

Crítica de LA DELICADEZA (LA DÉLICATESSE), de David y Stéphane Foenkinos

El cine francés cae simpático y al mismo tiempo da rabia. Su capacidad de producir año tras año comedias románticas de éxito internacional es un mérito, en lo económico muy rentable y en lo cinematográfico no siempre satifactorio. La delicadeza parece (y en el fondo es) un título más de esa lista de enamoramientos que desde que se estrenase Amélie llevan el rostro (angelical, 'de palo', mono, soso...) de Audrey Tatou. No hay nada malo en tener un sello distintivo a nivel internacional, pero al cine francés hay que reconocerle cierta trampa y agotamiento de fórmulas. Todo ello la película lo sabe, lo intuye y lo medio lleva a la práctica. Es consciente que no debe ni quiere ser una historieta más al mostrarnos el dolor de la joven Nathalie al perder a su novio, un giro dramático retratado con más dureza de la habitual para un cine que en teoría quiere llegar a ser un divertimento blanco. Y quiere alterar las previsiones de la audiencia y la crítica al presentarnos la relación entre la resarcida Nathalie con un sueco más bien feo, en verdad el actor galo François Damiens, que acabamos queriendo como el sex symbol de Pio Marmaï (sí, señores: aquí muere el guapo). No es que la fábula de La bella y la bestia sea el último grito, pero bien pensado en un tiempo en el que nadie, ni delante ni detrás de las cámaras, cree en los cuentos de hadas volver al espíritu naif del género romántico puede resultar hasta rompedor. Aquí en España pocos captarán el doble sentido de la banda sonora compuesta por la cantante Émilie Simon, que en la vida real escribió y grabó las canciones al perder a su pareja, justo el mismo trance que sufre la protagonista de La delicadeza. Por lo demás estamos ante una película que se deja ver, bastante irregular, interesante si no se ve con ojos exigentes y totalmente disfrutable si amas ver a Tatou haciendo de Tatou. A ratos esquiva el cliché, luego se recrea en los lugares más comunes y finalmente acaba en terreno neutral. Es inevitable que entre alguna media sonrisa se cuelen un par de bostezos, un ligero recuerdo de Amélie, un '¡anda, esto ya lo he visto!' o un '¡no, otra vez la Torre Eiffel iluminada de noche no!'. Delicada en esencia pero totalmente brusca, cambiante y descompensada en su estructura. El cine francés cae simpático y da rabia. La delicadeza es la nueva comedia francesa veraniega. Y francamente: ya cansa un poco, solo un poco.



Nota: 5'5

Si te gusta esta crítica, vótala en Filmaffinity